Estamos
por cerrar el 2014, todos alistan sus regalos de navidad y las reuniones con
los amigos y la familia, pareciera ser que todo marcha bien y que estamos
listos para la cuenta regresiva al 2015, sin embargo esta ilusoria utopía no
tiene cabida en la mayoría de los mexicanos, un pésimo año nos despide.
Arrancamos
el 2014 con “ilusiones” y proyectos nuevos, con ideologías arraigadas y
refrendadas, o con nuevas concepciones que nos rejuvenecen; todo iba “bien” en
apariencia, México era noticia en el mundo por las recién aprobadas reformas
estructurales a la luz del Santo
Sanctorum Congreso de la Unión, el Presidente de la República aparecía en
la portada de la prestigiada revista Time y la pose le quedó bien, elogios y
felicitaciones elevaban el ego de la cúpula del gobierno federal pues iban
“salvando a México” (Saving Mexico-
título de la revista Time), era el “Mexican
Moment”, el momento de México, que a unos enorgullecía y a otros preocupaba.
Eran tajantes las reformas y los mexicanos aun no terminaban por conocer
siquiera la totalidad de las materias reformadas, menos aun la esencia de cada
una de ellas, pues aquel desesperado Congreso parecía horno a tope para ir
sacando el “pan calientito” con la mayor
celeridad posible, porque al presidente le “urgía” su momento de gloria.
Triste
ver desmoronarse aquél Pacto por México, que en apariencia unía las principales
fuerzas políticas del país en un acto solmene e histórico en aquel monumental
Castillo de Chapultepec, algo que daba esperanza y que terminó por ser una real
decepción. Las bancadas en el Congreso una y otra vez se dividían, las
discusiones calurosas y los legisladores “preocupados” por las reformas, porque
“si no las sacan no hay bono”, decía
el jefe. ¿Un bono a los legisladores por aprobar las reformas estructurales?,
perdón pero es su chamba -“hacernos
el favor de legislar”-.
Pareciera
ser que aun los gobernantes de este país piensan que manejar a la gente hoy en
día es cosa similar al pasado, donde la opresión hacía gala de su presencia por
medio de la fuerza policiaca o militar, donde cualquier excusa o respuesta era
bien aceptada por la ciudadanía y el escándalo no pasaría a mayores, pues el
pueblo olvida fácil. Pero este 2014, el gobierno en sus tres esferas de acción
(federal, local y municipal) se ha topado con una gran sorpresa, se han puesto
a “temblar” y ver su suerte en juego, el despertar social de México llegó, la
confrontación entre ciudadanía y gobierno ha tensado el ambiente político,
económico y social, pero para que éste llegara, desgraciadamente tuvieron que
ocurrir hechos lamentables y dolorosos para todos los mexicanos: Tlatlaya y
Ayotzinapa.
El
dolor de por lo menos 43 familias guerrerenses permeó la sangre mexicana, e
incendió la furia social y el descontento ciudadano en su máxima expresión, el
país se volcó a las calles en un sinnúmero de manifestaciones, la solidaridad
internacional no esperó y los mexicanos en el exterior hacían presencia ante la
indignación que esto causaba; a mi mente venían recuerdos e imágenes de la reciente
“Primavera Árabe”, donde jamás imaginé poder vivir en mi país situación
semejante, donde imaginaba que mi gente era desinteresada ante todos estos
acontecimientos, donde toda acción por parte del gobierno parecía una burla sin
fin a la población mexicana.
Este
fue el instante en que ese sueño presidencial del “momento de México” se
esfumaba, caía como agua entre las manos, para jamás volver de esa manera. La
crisis social ha unido más a una fuerza ciudadana que parecía escondida o nula,
a protagonistas de la opinión pública internacional y mandatarios que han
expresado su propia solidaridad para con el pueblo de México, así como alguna
vez nosotros hemos expresado la nuestra con sus causas. El presidente logró su
cometido, aparecer en las principales portadas de los diarios internacionales y
ser objeto de opinión, pero lamentablemente no de la manera que esperaba, no
más columnas de elogios y felicitaciones, ahora la pluma de los periodistas en
tinta roja, como la sangre derramada, escribía sobre el papel el nombre de
México, hundido en un profundo pesar e indignación, en una llamada de atención
al gobierno federal, en una fuerza que cobraba sentido, México había
despertado.
Pero,
¿Qué significa “despertar a México”? No es inundar las calles de cientos de
grupos que marchan sólo por llenar una gran avenida y que sea intimidante, es
salir a las calles y mostrar de qué están hechos los mexicanos, siempre solemos
decir “ya basta” o “ya estamos hartos” pero en la siguiente elección puede más
un buen discurso o una buena pero limitada ayuda, que la propia razón del
sufragio. No es salir a la calle y aprovecharse de una marcha para delinquir, y
tomarse un papel “anarquista” de hacerse cobardemente opositor, encapuchado y
destrozando cuanto inmueble me tope a mi paso, es exigir de cara y frente en
alto, que la unión de los mexicanos es la verdadera democracia, que el control
debe estar en nosotros, como lo dice un ilusorio fragmento de la Constitución,
que hasta hoy sólo se ha quedado en eso, en una mera ilusión.
El
2015 ha puesto a sudar a más de un partido, comienzan las estrategias para
ganar el voto a como dé lugar, o para manipularlo también; comienza el juego de
cada 3 años, las estructuras se mueven, pero a diferencia de los pasados
comicios, hoy también se mueven los mexicanos, hoy también han comenzado a ser
conscientes de la nación en que viven, han despertado de un sueño histórico del
que pensé jamás lo haríamos. Sonamos muchas veces idealistas, y hasta
permisivos con nuestros propios sueños volados de un mejor país, debemos ser
realistas también, pero jamás pensar que lo que ahora queremos es un sueño
social, porque jamás debió ser un sueño, siempre tuvo que ser una verdadera
realidad. Estas palabras que hoy escribo, quizá queden perdidas en el tiempo
como la mayoría de lo que leemos, no pretendo que las memoricen, lo único que
busco es alentar a la acción ciudadana, a la participación constante y que la
muerte de tantos y tantos mexicanos vaya cobrando sentido para un país
devastado, para una nación herida por los propios mexicanos, para un México hambriento
de paz y sediento de justicia.
Vicente Flores Meléndez