Hablar
de corrupción hoy día, pareciera ser un tema del que no se extraña hablar en
cualquier lugar, en el que todos conocemos perfectamente qué es, y hasta cómo
llevarla a cabo, pues en la “mordida” al oficial de tránsito o en la
gratificación al servidor público para agilizar un trámite nos ha quedado más
que claro; pero en la hipocresía del ciudadano, que a diario juzga al gobierno,
al ejército o cuerpos policiales, radica uno de los cánceres o quizá el mayor
de todos, del cual nuestro país adolece de manera histórica.
Escuchamos
a diario, un nuevo “chisme” sobre si a este secretario le dieron tal “mochada”,
o a este otro diputado le gratificaron, o si a la esposa del presidente le ha
sido regalado un inmueble tal, pero me pregunto ¿hasta dónde hemos dejado
llegar la metástasis del cáncer corruptivo en nuestro México?. Es
incomprensible la actitud ciudadana del estar consciente de todo ello y no querer
ser parte del ataque de raíz, la tibieza del ciudadano promedio mexicano al
respecto ha de ser su peor enemigo para sobresalir. Es tibio porque este mismo
ciudadano, es quien da “pal´chesco” al de tránsito, quien compró su plaza
laboral en cualquier nivel de gobierno, quien también ha sido parte del
nepotismo y compadrazgo, y a su vez ha exprimido el utilitario de su trabajo
para llevarlo a casa, sin pensar en que puede hasta venderlo.
Todos
somos parte del ciclo vicioso de corrupción, dentro de un aula o de una oficina
de trabajo, buscamos el medio más fácil y no así el más correcto. Es así como
el crimen organizado ha perpetuado por décadas en las venas del país, los
hombres y mujeres ilegalmente poderosos donde quizá su poder será mayormente
legitimado que el de cualquier gobernante frente a los ciudadanos. Bien apunta
Tajonar en su artículo La omertà mexicana
en la revista Proceso (09 de agosto de 2015) - el proverbio italiano del siglo
XIX “Quien tiene dinero y amigos se ríe de la justicia” […] Es una guerra
perdida (la lucha contra el narcotráfico) por la razón que expuso Ismael El
Mayo Zambada en su diálogo con Julio Scherer García: “El narco está en la
sociedad, arraigado como la corrupción”- es decir, la idiosincrasia del
ciudadano mexicano es ser corrupto en su actuar, y pasivo ante su malestar.
Cita
Héctor Tajonar a Stephen Morris en Corruption,
Drug Traffickin, and Violence in Mexico, 2012 – “La corrupción facilita la
amplia y poderosa maquinaria empresarial del crimen organizado, al tiempo de
menguar los esfuerzos del Estado para confrontarlos. De hecho, la corrupción
hace indistinguibles a los criminales de los oficiales” – la única diferencia
entre el crimen organizado y el gobierno es que el primero sí está organizado y
usan botas y sombrero, por lo demás los hace iguales en sus objetivos y
prácticas, la desconfianza en el segundo crece en desmedida, mientras que al
crimen organizado todos lo ven como un campo fértil y admirado del empresario
exitoso ante la ciudadanía promedio. Hoy en día es mejor visto y mayormente
respetado a un grupo del crimen organizado que a una institución pública de
seguridad o gobierno en cualesquiera de sus niveles.
En
el Reporte Anual de Naciones Unidas sobre Drogas y Crimen se establece que “La
corrupción política representa el principal factor en el crecimiento del narcotráfico
y el crimen organizado” – y añadiría yo “la corrupción política y ciudadana es
el resultado de la cultura pasiva y sumisa que siempre hemos sido, desde
tiempos inmemoriales de Cortés, donde el espejismo del poder ha radicado en la
élite de gobierno sobre la ciudadanía de oro, y en la perversidad natural del
hombre la ambición y control ha generado ´manuales del buen gobierno´ donde
quien no es corrupto no es gobierno, y quien no tranza no es mexicano”.
La
culpa no es del gobierno que tenemos, es de nosotros que los “elegimos”, y peor
aún de nosotros que no conocemos el 39 constitucional ni mucho menos el 41.