lunes, 28 de abril de 2014

LA CONCIENCIA HUMANA: UN SUBLIME REGALO


El ser humano a través de su “corta” existencia en la amplitud de la historia de la vida en la tierra, ha siempre plasmado su preocupación y necesidad por conocer su origen, quién es y porqué está aquí; pero no puede previamente hacerse estos cuestionamientos sin antes gozar del atributo sine qua non por excelencia en el hombre y que sólo él mismo extiende en su totalidad desde lo quimérico hasta la crueldad de una realidad álgida, a esto es lo que llamamos: conciencia.

La conciencia, es una propiedad del espíritu humano que permite reconocerse en los atributos esenciales de todo cuanto existe, una probanza práctica que se hace manifiesta en un sentido de coherencia y conformidad por el que las cosas de nuestro mundo orgánico tangible se hacen posibles. Asimismo, podemos deducir que la materia solamente corresponde con un nivel de la realidad orgánica próxima e inmediata en tiempo y lugar, en la cual se recrean las condiciones necesarias para que exista ésta per se; y el otro nivel es el de la conciencia y sus manifestaciones de conducta humana que no excluyen de manera alguna su punto de casualidad en la materia, pues las hace apreciables de primer momento al hombre mismo, pero que trasciende esa realidad para colocarse sobre ella, y engendrarse en un plano alterno y paralelo sine que non, en el que posibilita una dimensión de concebir  conocimiento reflexivo de las cosas  y de la actividad mental que sólo le es propio y accesible al sujeto determinado, y por tanto se convierte en un proceso individual en estricto sentido, pues la experiencia ordenada en la realidad material y orgánica es y debe ser exclusiva del ente de quien el estado de conciencia y no puede ser de otra manera, psíquicamente resultaría imposible;  es por eso, que desde afuera, no pueden conocerse los detalles de lo consciente.

La conciencia, hasta nuestro días, es considerado como un gran enigma, y no es para menos, pues cada día a mi parecer, nos alejamos más de ella y en consecuencia, no logramos entendernos ni percibirnos en nuestra realidad inmediata y voraz, pues nos mantenemos como entes rodantes y mecánicos gracias a la rutina, a la tecnología y a la soberbia e individualidad en que el hombre contemporáneo se ha encapsulado. Un conocido refrán acertadamente  indica - “La conciencia es, a la vez, testigo, fiscal y juez”- pues es nuestro motor de vigilancia interno, que sojuzga con tremendo paso psíquico sobre nuestras acciones y pensamientos, ya desde la primitiva concepción de un solo pensamiento la conciencia lo aborda para no dejarlo escapar, pero por supuesto en ocasiones somos tan hábiles que logramos dormirla y dominarla por unos momentos para jugar con interesante estrategia de reto a la conciencia misma; la conciencia es formada por un conjunto integral de percepciones, sentimientos y pensamientos que poseen los seres humanos respecto al entorno que le es propio en un tiempo y lugar determinado, pero ¿El hombre moderno es verdaderamente consciente de sí y de su realidad, o simplemente ahora posee una conciencia tecnológicamente mecánica y distante?

La conciencia es un acto de esencia puramente psíquica por el cual una persona se percibe a sí misma en el mundo real que le rodea, con las condiciones todas necesarias para ubicarse al menos en un tiempo y lugar sui generis. El hombre primitivo asimismo poseía una conciencia de igual manera primitiva, y que en la primigenia potencia de su desarrollo natural e intelectual, le permitió irse dando cuenta de lo que su entorno era, de lo que ocurría ahí y de los elementos que le eran propios y distinguibles de cualquier otra criatura con la que cual pudiera convivir, incluso atendiendo a la posibilidad de ubicarse a sí mismo dentro de su realidad natural como miembro de una especie con características físicas similares y que convergían en un mismo grupo, pues me atrevo a decir con cierta seguridad, que los primeros miembros en desarrollar, dentro del sistema de evolución natural propuesto, una capacidad racional que le fuera superior a la de sus contemporáneos, que de manera infalible desarrolló la capacidad de conciencia, y por tanto pudo en un primer momento distinguirse de entre sus iguales, que al poder estar consciente de su entorno pudo comenzar a manipularlo y con ello obtener la condición de líder de su grupo. He aquí donde radica la esencia de un buen líder, que la conciencia le permita contemplar su entorno o realidad y de ello pretender manipular o hacer cambiar las circunstancias que permitan el desarrollo íntegro de su grupo.

Por otro lado, el hombre contemporáneo, a diferencia del primitivo, ha desarrollado a través de los recientes siglos, una conciencia que si bien en esencia contiene los mismos elementos que la conciencia primitiva – pues sin estos no podría ser- pero que ahora a diferencia de la primera, la realidad de la que se hace sabedor es mucho más compleja que en los inicios de la era del hombre, pues siendo hoy en día la era del conocimiento y la información, se debe atender así también al constante bombardeo de la misma y a la actualización diaria de esa realidad, porque ahora pareciera ser que cada día que transcurre se crea una nueva realidad, pero es en verdad ahora una conciencia también mecánica y tecnológica, en la que nos ha acercado a una realidad orgánica y tangible inmediata a cualquiera de nosotros y que generamos una “conciencia colectiva” respecto del mundo, pero  no nos ha permitido ahora acercarnos a nuestra realidad personalísima, a esa realidad que cada uno de nosotros componemos para sí mismos y que nos compone esencialmente como individuos; nos hemos olvidado de nosotros para dedicarnos a “lo otro”, permanecemos en nosotros pero hemos salido de sí, debemos salir pero regresar y no quedarnos fuera de nuestra realidad primigenia e inmediata por excelencia, que es nuestra persona misma, hemos olvidado que la conciencia humana ese precisamente, la capacidad de percibirnos “como individuos” frente a las condiciones y circunstancias del mundo que nos hará más fuertes o más débiles, según tengamos la disposición de así poderlo ser.


Decía Henry Fielding –Conciencia, la única cosa incorruptible sobre nosotros.”- y a la única conclusión que me lleva esta frase del novelista inglés, es a deducir que he aquí entonces donde la solución a la desgracia del hombre radica, en él mismo se conserva su nobleza y pureza racional, pues la conciencia es la más pura razón y la sublime esencia del hombre.

martes, 8 de abril de 2014

SOLEDAD Y SOLITUD


“La soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente.” - Carmen Martín Gaite- novelista española. La soledad sin duda alguna ha sido uno de los fenómenos humanos más interesantes de analizar y reflexionar dentro de su naturaleza propia como ser, pues si bien somos bajo una concepción griega “animales sociales” en el sentido de estar diseñados en un panorama de interacción con nuestros semejantes, en el que desarrollamos habilidades varias respecto de las situaciones sociales en las que nos vemos inmersos día a día.

Pero, ¿Qué entendemos por “soledad”? pues bien, la Real Academia de la Lengua la define como la “Carencia voluntaria o involuntaria de compañía”- trascendiendo por demás a la definición gramatical de dicho término, atendemos una atribución de soledad como ¿Buena? O como ¿Mala?, la soledad por muchos siglos ha sido asociada de manera directa a  un “desarrollo espiritual” en el sentido de que simplemente la soledad es y debe ser buena o mala en tanto tú le des el peso e importancia, así como los objetivos de ella respecto de las circunstancias en que quieras aplicarla o tenerla; la soledad per se considera beneficios para quien la experimenta de manera voluntaria y no así por obligación, pues muchas han sido las atribuciones que recientes estudios le han dado a la soledad, pues parecemos tenerlo temor o pavor hasta con el simple hecho de escuchar la palabra  e imaginarnos desiertos en la vida.

Carlo Dossi, un famoso escritor italiano, se preguntaba “¿Por qué, en general, se rehúye la soledad?” , y así sabiamente contestaba a su misma incógnita diciendo – “porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos” - y en esencia tiene razón desde una perspectiva estrictamente individual, pues resulta fundamental la soledad en el ser humano en dosis razonables y calibradas, en el que permita el ensimismamiento para sí, afianzando las memorias vívidas, haciéndolas un tanto más duraderas como precisas, pues practicar la soledad irónicamente nos hace mayormente capaces de desarrollar empatía, podrá sonar contradictoria tal aseveración pero muy bien afirmaría el escritor estadounidense Edgar Allan Poe, al decir que - “El hombre que quiere contemplar frente a frente la gloria de Dios en la tierra, debe contemplar esta gloria en la soledad”- pues en la época actual, las personas viven rehuyendo a estar solos, derivado de la pérdida de la costumbre de encontrarse en un cara a cara consigo mismos; desgraciadamente, hemos crecido en una cultura que nos maleduca lejos de educarnos simplemente, pues nos es inculcado un cierto temor a la soledad asociándola con un sinfín de cualidades negativas. 

Ahora bien, hemos abordado sucintamente lo que la soledad es y representa para los seres humanos en un ámbito general, pero ¿Qué hay de la solitud? ¿Qué es y cómo funciona? Pues bien, la “solitud” de manera literal y llana significa – “carencia de compañía” o “lugar desierto”- en el que la soledad aparece pero como algo sentido/emocional y no así físico como en la anterior concepción, para la solitud no es necesario estar solo de manera literal, sino que solo hace falta querer estar solo aun estando rodeado de personas con las cuales te sientas cómodo. Figura en la solitud, una actitud donde  nos vamos encerrando en una situación neurótica al sentirnos agobiados por así creer que las cosas se hacen de dos maneras: la mía y la equivocada; y caemos en el fango del egocentrismo y la pérdida de una identidad dinámica para esperanzarnos en una burbuja que limita tus posibilidades de crecimiento personal y dejas de compartir con los demás para enfrascarte en ti mismo. Pero también de otro modo la solitud es querer estar solo, en compañía de ti mismo nada más y así disfrutarlo, pero existe algo realmente liberador para las personas al contemplarse en un estado de solitud, no olvidemos que personajes como Cristo, Buda y Mahoma, quienes fueron los “elegidos” para recibir revelaciones de elevada espiritualidad, debido pues a la ausencia de distractores sociales y ambientales que perturben el encuentro de sí mismos, e incluso encontrar la genialidad en nosotros mismos a través de la introspección serena y profunda., los monjes la ven como una forma de iluminación personal.

"El estar sin la compañía de alguien y disfrutarlo, se le llama “solitud”, que es muy diferente a la “soledad”.  La soledad se distingue por un sentimiento de vacío, que no se da cuando estás en solitud.  Se dice que la capacidad de disfrutar el pasar tiempo solo(a)s es señal de madurez emocional.  Estar en tu propia compañía te da la oportunidad de ver hacia donde te estás dirigiendo en todas las áreas de tu vida." (María de los Ángeles, 2010)

Gustavo Adolfo Bécquer me hizo reflexionar – a mi parecer- con su atinada frase cuando decía que la soledad es el imperio de la conciencia, por un momento ofuscó mi mente, pues trataba yo de reacomodar los elementos “soledad” y “conciencia”, dilucidar como se establece la conexión entre una y otra, y encontré así que ello radica especialmente en el fortalecimiento del carácter y la identidad; de manera coincidente, Sherry Turkle, quien actualmente dirige la Initiative on Technology and Self del MIT, sugiere reservarnos ciertos momentos del día, lejos de otras personas, pero también de interacciones digitales, para rendir tributo al que, sin duda podríamos considerar como el estado primigenio del ser humano: la soledad.

¿Cuánto tiempo necesito estar solo para lograr una mejor conexión conmigo mismo? Sin duda una respuesta acertada y atinada resultaría una falacia por demás hilarante, pues simplemente se nos plantea que con un poco de introspección y práctica será fácil determinar aquella “dosis” de soledad que nos sienta bien, todo dependerá de los límites que impongas y la constancia con que ellos se impongan, pues en la medida en que no existan dos personas idénticas a nosotros, será la medida en que estemos solos aparentemente, es así como la soledad nos muestra su excelente compañía, volviéndose cómplice de nuestra conciencia.

          Vicente Flores  



martes, 1 de abril de 2014

La Fuerza subyugada a la Inteligencia con Orden


“[…] Los instrumentos que maneja el educando son el martillo y la regla, que simbolizan la fuerza subyugada por la inteligencia. Dad con el martillo golpes mortales a vuestros vicios y no os separéis nunca de la línea del deber que la regla os señala.” Recordad estas palabras de Instrucción que se convierten en el eje motriz de nuestra vida.

Decía el gran polímata griego Aristóteles- “La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica.”- pero ¿De qué manera funciona esa significación y como es que la aplicamos o ejercemos en nuestra vida diaria? ¿Cuál es el papel de la fuerza y por qué es necesaria para la inteligencia? ¿Cuál es el fin de la fuerza y la inteligencia en su conjunción?

Primeramente, es oportuno conocer lo que entendemos por “fuerza” para partir de una concepción uniforme e hilar sus elementos en posteriores líneas, he elegido la siguiente acepción por contener en su haber semántico-lingüístico los elementos necesarios para el desarrollo de este trabajo, y que se pondera como - “La causa capaz de modificar el estado de reposo o movimiento de un cuerpo.”

La fuerza sin duda es una característica elemental en el desarrollo de todo ser humano, y no solo una fuerza física que todo poseemos en mayor o menor grado, sino también una fuerza interior que impulsa en cada uno de nosotros la carrera por el conocimiento, por una mayor aptitud a ser recipendario de las herramientas de la razón, pues diría- y con cierta verdad-  el  filósofo y matemático francés  René Descartes – “No hay nada repartido de modo más equitativo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente”; nace aquí pues la inteligencia, entendida sucintamente ésta como la “Facultad humana de aprender, comprender y razonar”, y que nos es dada por naturaleza humana, pero que debemos trabajar a la luz de nuestras capacidades, para desarrollar otras más y así aspirar a la verdad.

El martillo y el cincel, herramientas del constructor, se cogen en un diestro con la mano derecha e izquierda respectivamente, por un lado la mano derecha con el martillo representa la fuerza, y de modo contrario, la mano izquierda por ende la inteligencia; la fuerza es representada por el martillo y el cincel en consecuencia a la inteligencia, éste último será el que vaya delimitando nuestra piedra como una pluma sobre papel que por sí misma no hace nada pero si le es aplicada una fuerza o impulso motor será instrumento creador. Una no tiene resultados sin la otra.

Así mismo funciona nuestro cerebro, en la parte izquierda encontramos al hemisferio del razonamiento y del lenguaje, es decir la parte matemático-objetiva, y por el contrario el hemisferio derecho es emocional, es lo creativo-abstracto; cabe mencionar que no trabajan solas o aisladas, sino que conjugan sus características o singularidades para generar la respuesta y la recepción del entorno. La razón estaría pérdida sin la  creatividad o imaginación pues sería aburrida y no podríamos entender muchas de las cosas que nos rodean, y viceversa, si todo fuera imaginario y creativo, seriamos humanos animados solamente sin la calidad de entender, comprender y explicar.

La fuerza con la edad disminuye pero la inteligencia aumenta, es por lo que en la edad de la infancia, ésta se debe subyugar, es decir, frenar para que el exceso de energía se aplique y distribuya de manera correcta, y es aquí donde entra el orden, entendido como  la conveniencia armónica de los elementos del ser con relación al todo y a la multiplicidad de los seres en el conjunto, pues la adaptación de las causas a los efectos y de los medios a los fines. Es éste el objetivo principal, en un primer momento, del proceso antes descrito entre fuerza e inteligencia, pues constituye la concepción fundamental de que debamos aspirar al mayor conocimiento mediante las herramientas y capacidades dadas y desarrolladas, pues el orden se encuentra naturalmente en la disposición de los sucesos y conceptos observables que asimilamos en primera instancia pero que debemos comprender en su totalidad para poder ser insertos en esa realidad próxima respecto del “orden natural” al que pertenecemos, y del que somos miembros dinámicos, pues respondemos primeramente a una Ley Eterna, seguida de una Ley Divina, posteriormente a una Ley Natural y finalmente a una Ley Humana; esto anterior responde a una concepción filosófico tomista sin duda alguna, pero que inicialmente me remite a retomarla en una idea del orden racional y espiritual, entendido el primero como el desarrollo de esas inteligencias mediante el impulso o fuerza, y el segundo entendido como el desarrollo de la conducta interior respecto de la fuerza creadora.

Me permito concluir este trabajo, quizá no resolviendo las incógnitas planteadas en un principio, porque esas son del trabajo de cada uno de ustedes y mío propio respecto de la experiencia y visión individual, pero si termino este planteamiento habiendo vislumbrando un panorama genérico de la relación Fuerza- Inteligencia- Orden, pues nos llevaría toda la vida comprender la experiencia propia de esta triada en nuestro haber corpóreo, psíquico y espiritual.

Decía el dramaturgo y poeta italiano- Vittorio Alfieri- Raro y celestial don, el que sepa sentir y razonar al mismo tiempo”, y yo os digo a vosotros como Máximo Décimo Meridio dijere a sus soldados en El Gladiador – “Que lo que hoy hagas en vida, resuene en la eternidad”- he aquí  nuestra titánica tarea como hombres.