viernes, 22 de julio de 2016

Los mayan papers: Borge y sus secuaces al ataque

*Publicado el 15 de julio de 2016 en The Mexican Times


“El buen juez por su propia casa empieza” y el presidente EPN –al menos en esta ocasión– acertó en su actuar, la limpieza comenzó con las manzanas podridas (dos de tantas) dentro del priísmo gobernante en las entidades federativas, dos figuras que han ayudado en nada a su partido respecto de su gestión gubernamental, son los “primos incómodos” del tricolor, aquellos que de lejitos (en prisión) se están “más quietitos”: Duarte en Veracruz y Borge en Quintana Roo.
Hablemos de este último primo incómodo, gobernante de las bellas tierras mayas y deslumbrantes playas de orgullo nacional, donde ahora nada de orgullo les da los quintanarroenses tener a Borge en el comodín de gobernador. El descaro y cinismo con que se llevaron a cabo los saqueos inmobiliarios a empresarios de la zona hotelera de Cancún, y donde hubo repercusiones económicas para empresas transnacionales con sede en la Ciudad de México, donde los instrumentos jurisdiccionales fueron burlados de manera hilarante y la orquestación de un fraude millonario –pero legítimo– han sido la noticia vergonzosa –entre muchas otras– para nuestra clase política y judicial. Parece una historia al mero estilo de George ClooneyBrad Pitt y Julia Roberts en “La Gran Estafa”, pero aquí nuestros protagonistas tienen apellido BorgeDe la Cruz, González Canto, Yolis, entre otros más de un gran reparto, entre papeles secundarios, incidentales, protagónicos y antagónicos –en este caso éstos son lasvíctimas–.
Lo preocupante no es que hayan orquestado un fraude de esta magnitud, sino que las instituciones en quienes –al menos la teoría eso nos indicaría– supone la confianza de un ciudadano, son quienes se han prestado al mismo. Notarías, autoridades jurisdiccionales, Gobierno del Estado de Quintana Roo, gobiernos municipales, y demás funcionarios han sido cómplices de nuestro fabuloso “Mayan Papers”donde la astucia burocrática fue burlada y cómplice a la vez. Es quizá uno de los grandes escándalos y problemas que el gobierno federal debe atender con prontitud, precisión y la mayor transparencia posible, es una gran oportunidad para el Presidente de la República de legitimar su gobierno –al menos borrar una raya de tantas al tigre– en los rubros de transparencia y anticorrupción, será el perfecto experimento primigenio del sistema que tanto se ha esperado.
FOTO: jornada.unam.mx
Estos dos grandes temas de la agenda legislativa y del propio gobierno federal, han sido el dolor de cabeza de muchos legisladores, la preocupación de otros tantos, la bandera política de unos más y la indiferencia del resto de nuestros representantes en el Congreso de la Unión, pero que hoy resultarían trascendentales y estratégicos en cara al 2018.
El gobierno federal ha puesto un freno a quizá uno de los grandes cinismos legislativos y gubernamentales del sexenio –entre otros muchos– como la creación de sistemas locales anticorrupción ad hoc a las necesidades de los gobernadores de Veracruz y Quintana Roo, con la fina atención demoldearlo bajo circunstancias fraudulentas a una “transparencia opaca”, es decir, querían “taparle el ojo al macho” pero el macho les salió más abusado y les presentó su respectiva acción de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte. Aún no están listas las leyes secundarias que son tarea delCongreso de la Unión, pero nuestros flamantes diputados locales se nos adelantaron y ellos hicieron lo propio en alusión ser más transparentes y menos corruptos, pues su gobernador les ha puesto el ejemplo, han sentido el “llamado divino” de la democracia que les alentó a tratar de blindar a su dirigente estatal.
Es hilarante y preocupante el grado de cinismo y desvergüenza, pero lo será más si se da carpetazo a este caso, es el momento ideal para poner a prueba el sistema nacional anticorrupción, hay dos “voluntarios” –Borge y Duarte– al parecer el juego comenzó, veamos ahora si es efectivo o de nuevo estaremos en la poética letra constitucional, donde solo ahí se ven los cambios, porque en la realidad no siempre suceden.

Érase una vez… los derechos humanos

*Publicado el 05 de julio de 2016 en The Mexican Times

¿Los derechos humanos al alcance todos? En realidad, no deberían estar al alcance de todos, pues no están sujetos – en una concepción al menos teórica – al escrutinio del Estado o de una sociedad, simplemente le pertenecen universalmente a cada individuo por el simple hecho de su condición humana, tan sólo constará su garantía de respeto y defensa por los instrumentos normativos nacionales e internacionales en la materia.
Hoy, en una “democracia naciente” – o al menos me encanta ilusionarme pensando que estamos en ese proceso – es inconcebible idear una plena protección a los derechos humanos, cuando quedan algunos de ellos sujetos a las condiciones de opinión social y religiosa – bendito estado laico que nos acoge – como en pasados días lo han sido el matrimonio igualitario con las temáticas que apareja, el delicado y “temido” tema del aborto y la libre determinación de la mujer frente a su cuerpo; estos temas enfrentan vacíos aún normativos, de interpretación judicial y legislativa, pero en un peor escenario, enfrentan a una sociedad aún cerrada, con grupos de presión religiosos, conservadores y represores.
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Los derechos humanos son inherentes al individuoy no deben estar sujetos al escrutinio democrático, ni a la aprobación institucional, tan sólo deben ser garantizados en su pleno ejercicio sin afectar a terceros de facto. Es un error querer democratizar los derechos, querer “pedir permiso” a la sociedad mexicana de poder ejercer un derecho tan elemental como el de permitir decidir a una mujer sobre su propio cuerpo frente a circunstancias de una vaga interpretación judicial o legislativa; o de brindar la oportunidad de una unión legal en matrimonio a dos personas del mismo sexo, que se aman y pretenden “formalizar ese sentimiento” para los efectos pertinentes en el plano legal, pues no es un tercero el que debe aprobarlo, sino garantizarlo, y ese es el Estado. Como éstos, podemos tomar muchos ejemplos de la nula o escasa protección verdadera a los derechos, como el de la vida frente a las desapariciones forzadas, o el de la educación frente a un presupuesto paupérrimo a las instituciones educativas del Estado o autónomas, negando el acceso a muchos estudiantes de todos los niveles educativos a las mínimas condiciones para su elemental educación.
El ala conservadora del país pugna en su discurso por una democracia real, pero en la práctica pretende reprimir los derechos de terceros, pretende imponer una ideología de moralismos y religiosidades innecesarios en un país de desigualdad, y con una clase política de pobre objetividad, donde los tibios son más que los fríos o los calientes.
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Es lamentable decirlo, y quizá como abogado es aún peor enfrentar la realidad en el plano judicial, cuando la formalidad legal e institucional es precisa y “necesaria”, pero la protección y garantía de un derecho resultando indispensable, termina por ser imposible; las trabas burocráticas del poder legislativo retrasan en mucho el desarrollo de una democracia que hoy se torna sin sabor ni color, pues estoy convencido que la legitimación de un verdadero sistema democrático moderno, es la garantía de plena protección de los derechos humanos de cada individuo en el territorio nacional, sin importar si sea criminal o víctima, nacional o extranjero, mujer u hombre, heterosexual u homosexual, político o campesino.
La única verdad de la que estoy seguro en su afirmación total es que los derechos humanos, hoy en día, son un bello adorno constitucional y normativo, donde la impartición de justicia es un sueño de muchos pero una realidad de pocos. La debilidad del Estado mexicano se haya en sí mismo, en sus instituciones desalineadas al plano democrático, en su maquinaria desgastada y desactualizada, así como de su sociedad aún cerrada, cegada e intolerante.

Mexicanos al ¿toque de queda?, el acero aplastad la corrupción

*Publicado el 28 de junio de 2016 en The Mexican Times
Pareciera ser que estamos viviendo una revuelta civil de principios del siglo pasado, donde un gobierno con baja aceptación impera, un grupo oprimido –antes los obreros, hoy los maestros– hace frente al Estado (sin mencionar héroes o villanos), la clase media se ahorca y la baja se ensancha a una velocidad considerable, el populismo está en su máximo esplendor, y el rumbo de México es incierto, somos una nación que no sabe hacia dónde camina, o quizá mejor simplemente preguntarnos si tenemos camino.
FOTO: El Universal, DF
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El conflicto magisterial ha sido el dolor de cabeza de gobiernos locales y federal durante algunos sexenios, los únicos afectados son los estudiantes, que no obstante pertenecen a los estados más pobres del país (Oaxaca y Chiapas), es clave de su estancamiento histórico. No hay dinero, ni tampoco educación, entonces ¿cuál es la opción?
La milicia ha tomado el papel de “seguridad ciudadana” en las calles del país, más que inspirarnos confianza nos atemoriza su presencia, no están entrenados para proteger, lo están para luchar. Una arrogancia gubernamental nos atosiga, la clase política ha perdido toda esperanza de confianza ciudadana, el repudio es cada día más grande y su indiferencia cada vez más evidente.
Los derechos humanos son un bello adorno constitucional y normativo, la impartición de justicia un sueño que pocos logran alcanzar. El Congreso de la Unión, como cada legislatura se convierte en un circo entre payasos oradores, peloteros de la norma, domadores partidistas y legisladores domados, todo es menos representación. Nuestros flamantes y excelsos políticos se han ensañado en mostrar sus vastos conocimientos en modos de ingobernabilidad y corrupción, hoy día muchos de ellos presumen con gusto y desvergüenza su doctorado “horroris causa” en la materia, lo más triste es que las nuevas generaciones de políticos partidistas en su mayoría, van por la misma línea de acción, aunque la discursiva les sea “ligeramente” distinta y engañosa.
Esto y más es lo que “la democracia nos ha dejado”, como cuentos de ultratumba, que al leerlos se nos eriza la piel, pero que al vivirlos a diario, se han convertido en parte de la real politik, donde la filosofía ciudadana es cada vez mayor, pues todos tenemos nuestras teorías, nuestros conceptos, todos presumimos saber la solución a todo y pensamos que quizá podríamos hacerlo mejor que ellos, cierto o no, de lo que no hay duda es del cinismo y descaro con que hoy tratan de dirigir el país.
FOTO: cualessonlosderechoshumanos.com
Las protestas son una manera de expresión ciudadana que nuestro país no es confiable ni garantía de nada, la represión está a la vuelta de cualquier esquina, pero de qué nos podemos quejar si nosotros elegimos –claro está, a quienes votamos– lo que hoy tenemos. Como dicen “por ahí”, ya ni llorar es bueno.
¿Por qué marchar por exigir que sean otorgados ciertos derechos? Los derechos nos son inherentes, no deben estar sujetos al escrutinio democrático, ni a la aprobación institucional, es una práctica que hemos malentendido en la democracia, y por ello viciado el sistema. Aprendamos a vivir en democracia, o el autoritarismo nos alcanzará… perdón ya llegó.
Mexicanos al toque de queda, pues nos hemos quedado atónitos y pasmados ante la realidad que nos come, parecemos no reaccionar, o al menos a la mayoría le ha llegado la oportunidad. El acero aplastad la corrupción, ante un mal que reiteradamente he indicado, nos es propio a ciudadanos y políticos, nos ha comido vivos y se ha colocado como parte de nuestra vida.
¿Hay tiempo para un diálogo democrático? Algunos se preparan para el siguiente y beligerante paso ciudadano. Esta segunda opción parece estar concretándose en algunos puntos de nuestro país, la contención gubernamental ya les hace frente. ¿Qué sigue? Un pacto ciudadano que concrete un diseño estratégico del inexistente proyecto de Nación.

domingo, 26 de junio de 2016

Como agua para chocolate, y ¿la primavera mexicana?

*Publicado el 21 de junio de 2016 en The Mexican Times
Los condenables y aberrantes hechos del pasado fin de semana en Oaxaca son una muestra clara de la desesperación por el control de lo público respecto de la protesta social y el abuso. No es un tema de maestros de la CNTE, ni de 43 estudiantes desaparecidos o autodefensas, ni mucho menos de guarderías, casas blancas o periodistas muertos; es hoy un tema de seria crisis en el terreno de lo político y lo social, que trasciende a la protesta en las calles, a la violación de derechos humanos y hoy a las propias armas.
Múltiples son los casos que han marcado la represión social en nuestro país, recordando a los estudiantes del trágico 1968 o la represión estudiantil denominada como el “Halconazo” en 1971. Pareciera que esto ya ha quedado sólo en los libros de historia (excepto los de texto gratuito) y que fuera un pasaje más del archivo histórico de México, pero hoy lamentablemente nos damos cuenta que siguen vigentes estas prácticas. El caldo de cultivo se está cocinando en perfectas condiciones en nuestro país para un levantamiento social de dimensiones considerables que pongan en riesgo la casi nula estabilidad nacional.
FOTO: Periódico La Jornada
FOTO: Periódico La Jornada
Los últimos dos sexenios han marcado la pauta y dado los elementos necesarios para acelerar este proceso de revolución social, quizá no en las armas pero sí en la presión y exigencia. Muchos piden la renuncia del Presidente de la República, pero verdaderamente es que ello no resuelve el problema de fondo. La corrupción, la desenfrenada violación de los derechos humanos, la represión social, la impunidad, la inseguridad y el bajo crecimiento económico son situaciones que ponen en riesgo la legitimidad del Estado mexicano – si es que goza de ella socialmente – y por ende pone en jaque al actual gobierno federal.
El gobierno federal en conjunto con los gobiernos locales se están colocando la soga al cuello, quieren terminar de ahorcarse frente a su propia desgracia. Es inconcebible que hoy en día, viviendo una etapa de avanzada jurisdiccional que cuenta con mayores instrumentos de protección a derechos humanos, sea de manera irónica mayormente vulnerados éstos frente a los ojos de todos los mexicanos y ante la indignación del exterior. El riesgo que se corre frente a esta situación es que este momento político social se presta perfectamente para el falso mesianismo de líderes que pretendan encausar una bandera de representación social con las prácticas de demagógicas en su extremo.
FOTO: Capital 21
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La figura del Estado mexicano moderno está perdiendo su rumbo democratizador, entendiéndose por éste, el pleno y legal ejercicio de su poder público en favor de quienes le legitiman: los mexicanos. Pareciera ser que el umbral de dolor del mexicano es bastante alto, pues lo preocupante es que todos estos elementos que vulneran nuestra esfera social e individual nos hacen “lo que el viento a Juárez”, nos hemos tardado quizá en reaccionar, ya sea por miedo, por desinterés o por ignorancia.
La opción concreta que México necesita es la revolución cultural, no la de las armas; el ciudadano se encuentra hoy día desprotegido por su Estado, vulnerable ante quienes sirven a la función pública bajo el despotismo “no ilustrado” pues sus decisiones parecieran no ser guiadas por la razón. La revolución cultural pretende ser una transformación en la educación cívica, en el fomento de la fiscalización ciudadana, en la exigencia política y en la voz de la protesta social sin benevolencia pero con apego legal. O será que ante estas medidas “de control estatal” y el mal ejercicio del poder público en extremo, es necesaria la sublevación?

lunes, 20 de junio de 2016

Repensar la política y el quehacer ciudadano

*Publicado el 14 de junio de 2016 en The Mexican Times

Hemos pasado ya, el muchas veces tormentoso proceso electoral en múltiples entidades federativas y diversos cargos electos. Las reflexiones poselectorales se centran en lo mismo de siempre, baja participación ciudadana, discursos desgastados y una democracia lacerada. Hemos aprendido a vivir con ello, hemos ya mentalizado todos los mexicanos ese panorama; sabemos nuestra realidad pero nos sentimos aparentemente cómodos con ella, pues nada hacemos.
FOTO: radioformula.com.mx
Partidos políticos y candidatos independientes recibieron un fuerte llamado de la ciudadanía, de su hartazgo y desconfianza, pues al menos eso fue lo que quedó expresado en las urnas el pasado 5 de junio; la única verdad es que no hubo ganadores, todos perdimos, y refiero a candidatos y ciudadanos, el único ganador con medalla de oro y mención honorífica fue el abstencionismo.
Los candidatos independientes no resultaron ser –al menos en la Ciudad de México– lo suficientemente innovadores y congruentes en su discurso y propuesta, los partidos políticos nos dieron un discurso simple pero nada creíble, mismas propuestas, caras ya conocidas, estrategias políticas sin innovación y candidatos perdidos en el limbo idealista.
Muchas pueden ser las críticas a quienes hacen política, en un marco de indiferencia social y de aborrecimiento a cualquier cosa que haga las veces de política de partidos o institucionales. Es un momento adecuado, el que hoy vivimos, para poder plantear nuevas oportunidades, nuevos métodos y nuevos elementos de dinamismo al sistema democrático mexicano. Estamos a dos años de ser convocados todos los mexicanos e elegir representantes del Congreso de la Unión y al titular del Ejecutivo Federal, es un buen momento para que partidos políticos, posibles candidatos independientes y ciudadanos en general, repensemos la manera de hacer política en nuestro país, pues el sistema actual ha dado ya más fracasos que glorias, ya no es su tiempo, es momento de dejarlo descansar en paz.
FOTO: mexico.quadratin.com.mx
Hoy día observamos mayores protestas en las calles, las causas son variadas y los grupos diversos, pero el único objetivo siempre ha sido su receptor: el gobierno en sus tres niveles. Hay un elemento clave en el desarrollo de toda democracia, no es un partido político ni una institución electoral ni mucho menos un poder judicial que dirima las controversias y defienda la democracia; ese elemento lleva por nombreciudadano.
El repensar político debe ir encaminado a ciudadanizar verdaderamente la democracia y no partidizarla niindependizarla. Los institutos políticos son importantes en el desarrollo de nuestra democracia, pues no podemos pensar este modelo sin ellos, pero menos aún podemos pensarlo sin ciudadanos activos que le den vida. Sin duda, el diálogo interinstitucional, interpartidista, y de éstos en conjunto con la ciudadanía es la vía ideal de poder rehacer la democracia mexicana, o quizá construirla, porque pareciera ser que jamás ha bajado del texto constitucional y del ideal colectivo.
Repensar la democracia para construirla, implica repensar nuestra posición de ciudadanos ante el propio sistema, y el de los partidos políticos frente a su militancia, sus simpatizantes y la población en general, pues el hartazgo ha llegado hasta el corazón de los institutos políticos, es decir, el quehacer ciudadano comienza también desde dentro de las instituciones que pretenden darle legitimidad a nuestro sistema. Los liderazgos jóvenes parecen ir surgiendo de entre las cenizas del gran fénix partidista, deben ser políticos de acción ciudadana, demócratas convencidos. Debemos en conjunto repensar la política mexicana, para poder cambiar el panorama reflexivo poselectoral del 2018 y los sucesivos, para no encontrarnos de frente con las patéticas estadísticas y discursos roídos por el falso ideal, que nos deprimen como cada tres o seis años.

Abstencionismo electoral: enemigo democrático, aliado partidista

*Publicado el 07 de junio de 2016 en The Mexican Times

El pasado domingo 05 de junio se vivió una jornada electoral más en nuestro país, donde fueron electos diversos cargos como gobernadores, presidentes municipales y ayuntamientos, diputados locales y por supuesto, los diputados integrantes de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México. Fue una elección bastante desalentadora en términos generales y previsible en sus resultados.
El gran derrotado de esta contienda electoral fue precisamente el partido de Los Pinos, donde no la pasaron nada bien después de ver los resultados en siete de los doce estados donde hubo elección de gobernador. Su presidente nacional –Manlio Fabio Beltrones– finalmente, entre la tristeza y la previsión, aceptó sin mayor realce los resultados de las urnas donde no les fue favorecido el voto ciudadano.
Esto es tan sólo una antesala del panorama electoral para 2018, donde los carros partidistas ya están en marcha, dispuestos al todo por el todo para legitimarse ante el electorado en su camino por “la silla del águila” –apuntaría Carlos Fuentes– pero que sin mayor ilusión van a la contienda, pues “el horno no está para bollos”.
Imagen del Instituto Nacional Electoral
Imagen del Instituto Nacional Electoral
Definitivamente, no podemos dejar de lado al gran enemigo político que atacó con todo al desarrollo democrático de nuestro país, que no fue de un color partidista pero les benefició en una estrategia electoral: el abstencionismo.
El caso más deplorable de participación ciudadana fue –para sorpresa de todos–, la Ciudad de México, donde tan sólo poco más del 28% del electorado en lista nominal se dispuso a ejercer su derecho a votar para elegir a sus representantes en la Asamblea Constituyente, es decir, los diputados electos llegarán sin una legitimación electoral real, sólo meramente representativa y sin mayor gloria. El panorama es desalentador pero, ¿cuál fue el detonante de tan nimia participación? ¿Qué fue lo que detonó esta indiferencia social? ¿Será el hartazgo, la desconfianza, el desinterés o, la resignación a un sistema político corrupto sin respuesta al ciudadano?
Detrás de la Ciudad de México siguió Baja California con apenas 33% de participación ciudadana, en tercera posición Sinaloa y Puebla con 44%, en contraste con Oaxaca donde casi 60% de sus electores salieron a las urnas, que aunque no es un porcentaje satisfactorio en nuestra democracia, sí lo fue conociendo las condiciones sociales y políticas en que esta entidad federativa se encuentra. El bajo nivel de participación tiene un alto costo tanto político como económico, pues la inversión en los procesos electorales es sumamente cuantiosa ante la indiferencia electoral que se presenta. Es la representación literal de las condiciones en que nuestro país se encuentra frente a la clase política, de ello podemos hacer una lectura rápida de la respuesta ciudadana a la clase política y a las instituciones electorales, en las cuales reiteradamente se ha mostrado un nivel de desconfianza creciente.
Imagen de Rosy Ramales
Imagen de Rosy Ramales
Los partidos políticos se han beneficiado irónicamente de este mal democrático, pues mientras menor sea el número de participación ciudadana en las elecciones, será mayor la posibilidad de ganar una elección –con baja legitimación– sin un mayor esfuerzo, que les colocará en la vigencia política del municipio o de la entidad federativa en que participen.
Los partidos políticos tienen seriamente que replantear su manera de operación política, elegir con mayor detalle a sus candidatos, pero sobre todo ciudadanizarse en su presencia y actuar político. El discurso democrático –pero hipócrita– de todos los partidos por tratar de recuperar la confianza de los ciudadanos ha quedado ya desgastado, en el olvido y como una vieja canción, todos se la saben y todos la cantan. ¿Qué nos queda por hacer?

Lo que los Independientes nos quedaron a deber: Constituyente CDMX

*Publicado el 31 de mayo de 2016 en The Mexican Times

Nos encontramos a tan sólo unos días de que se lleve a cabo la jornada electoral para elegir a los diputados que conformarán la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, cuyo encargo es la redacción de la Constitución Política para esta urbe. Las campañas electorales llegaron a su fin, sin pena ni gloria partidos políticos y candidatos independientes dieron a conocer su propuesta de trabajo que llevarán a la Constituyente de ser electos. Fue una etapa de tropiezos para el Instituto Nacional Electoral en diversos sentidos, a pesar de los ya más de 20 años de experiencia en la organización electoral – antes con el IFE – candidatas y candidatos en su mayoría parcos y sin la menor idea de donde estaban parados ni a que se enfrentaban.
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Es por todos conocida la estrategia de los partidos políticos y la forma de conducirse de éstos en tiempos de campaña, todos prometen, todos son transparentes, todos van contra la corrupción, todos quieren un México con una mayor calidad en la educación y todos quieren dar empleo; nada novedoso. Esta vez debió ser distinto, debió ser una jornada de campaña ardua con propuestasex profeso para una Constituyente, no para integrar alguna de las Cámaras del Congreso de la Unión, pues eso no pareció comprender la mayoría de los candidatos, tanto de partidos como independientes. La única novedad es que no hubo novedad.
Los aspirantes a candidatos independientes fueron inscritos por decenas, el panorama se veía alentador para una nutrida contienda, pero no todo podía ser tan “electoralmente bello” y fue lamentable ver como algunos independientes acudieron a las viejas prácticas de partidos para conseguir su registro, reviviendo electores ya fenecidos o alterando datos e incluso falsificando firmas con el único fin de poder cumplir con las más de setenta mil firmas de apoyo ciudadano. Entre la duda, incertidumbre y desconfianza el INE aprobó 11 candidaturas independientes en un inicio, e incluyó 10 más tras el fallo de la Sala Superior del TEPJF, por supuesto, ya avanzado el periodo de campaña y entre desproporciones considerables de tiempo y desventajas de presupuesto en la competencia frente a los demás candidatos.
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Los candidatos independientes nos quedaron a deber innovación en sus propuestas, difusión de su plan de trabajo, y algunos inmersos en la pena no se dejaron ni conocer. Las redes sociales son un bastión de comunicación política hoy día, escasamente pude ver la actividad de contados candidatos independientes, con spots, infografías, eventos esporádicos y fotografías en semáforos, plazas, mercados o transporte público. Es evidente la desproporción de las condiciones de competencia frente a los partidos, lo cual no es justificación suficiente para una campaña gris, y que muchas de ellas pretendían ser un símil de campaña partidista. En la escucha de un candidato independiente y uno de partido no cabía la diferencia en muchas ocasiones, el discurso era similar y las propuestas eran el copy-paste constituyente.
La gran oportunidad de legitimar las candidaturas independientes en la Ciudad de México, fue desaprovechada en su totalidad, múltiples temáticas eran explotables tanto en el terreno político como el ciudadano, cuestión que pasó desapercibida tanto para ciudadanos como para candidatos. Esta será una elección con baja participación según lo estimado, no hay confianza – como ya es sabido – por parte de la ciudadanía, no hay interés electoral ni legitimación democrática. La agenda constituyente de los independientes será leyenda, pues nadie sabe si existió aunque todos hablaban y esperaban mucho de ella.