domingo, 26 de junio de 2016

Como agua para chocolate, y ¿la primavera mexicana?

*Publicado el 21 de junio de 2016 en The Mexican Times
Los condenables y aberrantes hechos del pasado fin de semana en Oaxaca son una muestra clara de la desesperación por el control de lo público respecto de la protesta social y el abuso. No es un tema de maestros de la CNTE, ni de 43 estudiantes desaparecidos o autodefensas, ni mucho menos de guarderías, casas blancas o periodistas muertos; es hoy un tema de seria crisis en el terreno de lo político y lo social, que trasciende a la protesta en las calles, a la violación de derechos humanos y hoy a las propias armas.
Múltiples son los casos que han marcado la represión social en nuestro país, recordando a los estudiantes del trágico 1968 o la represión estudiantil denominada como el “Halconazo” en 1971. Pareciera que esto ya ha quedado sólo en los libros de historia (excepto los de texto gratuito) y que fuera un pasaje más del archivo histórico de México, pero hoy lamentablemente nos damos cuenta que siguen vigentes estas prácticas. El caldo de cultivo se está cocinando en perfectas condiciones en nuestro país para un levantamiento social de dimensiones considerables que pongan en riesgo la casi nula estabilidad nacional.
FOTO: Periódico La Jornada
FOTO: Periódico La Jornada
Los últimos dos sexenios han marcado la pauta y dado los elementos necesarios para acelerar este proceso de revolución social, quizá no en las armas pero sí en la presión y exigencia. Muchos piden la renuncia del Presidente de la República, pero verdaderamente es que ello no resuelve el problema de fondo. La corrupción, la desenfrenada violación de los derechos humanos, la represión social, la impunidad, la inseguridad y el bajo crecimiento económico son situaciones que ponen en riesgo la legitimidad del Estado mexicano – si es que goza de ella socialmente – y por ende pone en jaque al actual gobierno federal.
El gobierno federal en conjunto con los gobiernos locales se están colocando la soga al cuello, quieren terminar de ahorcarse frente a su propia desgracia. Es inconcebible que hoy en día, viviendo una etapa de avanzada jurisdiccional que cuenta con mayores instrumentos de protección a derechos humanos, sea de manera irónica mayormente vulnerados éstos frente a los ojos de todos los mexicanos y ante la indignación del exterior. El riesgo que se corre frente a esta situación es que este momento político social se presta perfectamente para el falso mesianismo de líderes que pretendan encausar una bandera de representación social con las prácticas de demagógicas en su extremo.
FOTO: Capital 21
FOTO: Capital 21
La figura del Estado mexicano moderno está perdiendo su rumbo democratizador, entendiéndose por éste, el pleno y legal ejercicio de su poder público en favor de quienes le legitiman: los mexicanos. Pareciera ser que el umbral de dolor del mexicano es bastante alto, pues lo preocupante es que todos estos elementos que vulneran nuestra esfera social e individual nos hacen “lo que el viento a Juárez”, nos hemos tardado quizá en reaccionar, ya sea por miedo, por desinterés o por ignorancia.
La opción concreta que México necesita es la revolución cultural, no la de las armas; el ciudadano se encuentra hoy día desprotegido por su Estado, vulnerable ante quienes sirven a la función pública bajo el despotismo “no ilustrado” pues sus decisiones parecieran no ser guiadas por la razón. La revolución cultural pretende ser una transformación en la educación cívica, en el fomento de la fiscalización ciudadana, en la exigencia política y en la voz de la protesta social sin benevolencia pero con apego legal. O será que ante estas medidas “de control estatal” y el mal ejercicio del poder público en extremo, es necesaria la sublevación?

lunes, 20 de junio de 2016

Repensar la política y el quehacer ciudadano

*Publicado el 14 de junio de 2016 en The Mexican Times

Hemos pasado ya, el muchas veces tormentoso proceso electoral en múltiples entidades federativas y diversos cargos electos. Las reflexiones poselectorales se centran en lo mismo de siempre, baja participación ciudadana, discursos desgastados y una democracia lacerada. Hemos aprendido a vivir con ello, hemos ya mentalizado todos los mexicanos ese panorama; sabemos nuestra realidad pero nos sentimos aparentemente cómodos con ella, pues nada hacemos.
FOTO: radioformula.com.mx
Partidos políticos y candidatos independientes recibieron un fuerte llamado de la ciudadanía, de su hartazgo y desconfianza, pues al menos eso fue lo que quedó expresado en las urnas el pasado 5 de junio; la única verdad es que no hubo ganadores, todos perdimos, y refiero a candidatos y ciudadanos, el único ganador con medalla de oro y mención honorífica fue el abstencionismo.
Los candidatos independientes no resultaron ser –al menos en la Ciudad de México– lo suficientemente innovadores y congruentes en su discurso y propuesta, los partidos políticos nos dieron un discurso simple pero nada creíble, mismas propuestas, caras ya conocidas, estrategias políticas sin innovación y candidatos perdidos en el limbo idealista.
Muchas pueden ser las críticas a quienes hacen política, en un marco de indiferencia social y de aborrecimiento a cualquier cosa que haga las veces de política de partidos o institucionales. Es un momento adecuado, el que hoy vivimos, para poder plantear nuevas oportunidades, nuevos métodos y nuevos elementos de dinamismo al sistema democrático mexicano. Estamos a dos años de ser convocados todos los mexicanos e elegir representantes del Congreso de la Unión y al titular del Ejecutivo Federal, es un buen momento para que partidos políticos, posibles candidatos independientes y ciudadanos en general, repensemos la manera de hacer política en nuestro país, pues el sistema actual ha dado ya más fracasos que glorias, ya no es su tiempo, es momento de dejarlo descansar en paz.
FOTO: mexico.quadratin.com.mx
Hoy día observamos mayores protestas en las calles, las causas son variadas y los grupos diversos, pero el único objetivo siempre ha sido su receptor: el gobierno en sus tres niveles. Hay un elemento clave en el desarrollo de toda democracia, no es un partido político ni una institución electoral ni mucho menos un poder judicial que dirima las controversias y defienda la democracia; ese elemento lleva por nombreciudadano.
El repensar político debe ir encaminado a ciudadanizar verdaderamente la democracia y no partidizarla niindependizarla. Los institutos políticos son importantes en el desarrollo de nuestra democracia, pues no podemos pensar este modelo sin ellos, pero menos aún podemos pensarlo sin ciudadanos activos que le den vida. Sin duda, el diálogo interinstitucional, interpartidista, y de éstos en conjunto con la ciudadanía es la vía ideal de poder rehacer la democracia mexicana, o quizá construirla, porque pareciera ser que jamás ha bajado del texto constitucional y del ideal colectivo.
Repensar la democracia para construirla, implica repensar nuestra posición de ciudadanos ante el propio sistema, y el de los partidos políticos frente a su militancia, sus simpatizantes y la población en general, pues el hartazgo ha llegado hasta el corazón de los institutos políticos, es decir, el quehacer ciudadano comienza también desde dentro de las instituciones que pretenden darle legitimidad a nuestro sistema. Los liderazgos jóvenes parecen ir surgiendo de entre las cenizas del gran fénix partidista, deben ser políticos de acción ciudadana, demócratas convencidos. Debemos en conjunto repensar la política mexicana, para poder cambiar el panorama reflexivo poselectoral del 2018 y los sucesivos, para no encontrarnos de frente con las patéticas estadísticas y discursos roídos por el falso ideal, que nos deprimen como cada tres o seis años.

Abstencionismo electoral: enemigo democrático, aliado partidista

*Publicado el 07 de junio de 2016 en The Mexican Times

El pasado domingo 05 de junio se vivió una jornada electoral más en nuestro país, donde fueron electos diversos cargos como gobernadores, presidentes municipales y ayuntamientos, diputados locales y por supuesto, los diputados integrantes de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México. Fue una elección bastante desalentadora en términos generales y previsible en sus resultados.
El gran derrotado de esta contienda electoral fue precisamente el partido de Los Pinos, donde no la pasaron nada bien después de ver los resultados en siete de los doce estados donde hubo elección de gobernador. Su presidente nacional –Manlio Fabio Beltrones– finalmente, entre la tristeza y la previsión, aceptó sin mayor realce los resultados de las urnas donde no les fue favorecido el voto ciudadano.
Esto es tan sólo una antesala del panorama electoral para 2018, donde los carros partidistas ya están en marcha, dispuestos al todo por el todo para legitimarse ante el electorado en su camino por “la silla del águila” –apuntaría Carlos Fuentes– pero que sin mayor ilusión van a la contienda, pues “el horno no está para bollos”.
Imagen del Instituto Nacional Electoral
Imagen del Instituto Nacional Electoral
Definitivamente, no podemos dejar de lado al gran enemigo político que atacó con todo al desarrollo democrático de nuestro país, que no fue de un color partidista pero les benefició en una estrategia electoral: el abstencionismo.
El caso más deplorable de participación ciudadana fue –para sorpresa de todos–, la Ciudad de México, donde tan sólo poco más del 28% del electorado en lista nominal se dispuso a ejercer su derecho a votar para elegir a sus representantes en la Asamblea Constituyente, es decir, los diputados electos llegarán sin una legitimación electoral real, sólo meramente representativa y sin mayor gloria. El panorama es desalentador pero, ¿cuál fue el detonante de tan nimia participación? ¿Qué fue lo que detonó esta indiferencia social? ¿Será el hartazgo, la desconfianza, el desinterés o, la resignación a un sistema político corrupto sin respuesta al ciudadano?
Detrás de la Ciudad de México siguió Baja California con apenas 33% de participación ciudadana, en tercera posición Sinaloa y Puebla con 44%, en contraste con Oaxaca donde casi 60% de sus electores salieron a las urnas, que aunque no es un porcentaje satisfactorio en nuestra democracia, sí lo fue conociendo las condiciones sociales y políticas en que esta entidad federativa se encuentra. El bajo nivel de participación tiene un alto costo tanto político como económico, pues la inversión en los procesos electorales es sumamente cuantiosa ante la indiferencia electoral que se presenta. Es la representación literal de las condiciones en que nuestro país se encuentra frente a la clase política, de ello podemos hacer una lectura rápida de la respuesta ciudadana a la clase política y a las instituciones electorales, en las cuales reiteradamente se ha mostrado un nivel de desconfianza creciente.
Imagen de Rosy Ramales
Imagen de Rosy Ramales
Los partidos políticos se han beneficiado irónicamente de este mal democrático, pues mientras menor sea el número de participación ciudadana en las elecciones, será mayor la posibilidad de ganar una elección –con baja legitimación– sin un mayor esfuerzo, que les colocará en la vigencia política del municipio o de la entidad federativa en que participen.
Los partidos políticos tienen seriamente que replantear su manera de operación política, elegir con mayor detalle a sus candidatos, pero sobre todo ciudadanizarse en su presencia y actuar político. El discurso democrático –pero hipócrita– de todos los partidos por tratar de recuperar la confianza de los ciudadanos ha quedado ya desgastado, en el olvido y como una vieja canción, todos se la saben y todos la cantan. ¿Qué nos queda por hacer?

Lo que los Independientes nos quedaron a deber: Constituyente CDMX

*Publicado el 31 de mayo de 2016 en The Mexican Times

Nos encontramos a tan sólo unos días de que se lleve a cabo la jornada electoral para elegir a los diputados que conformarán la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, cuyo encargo es la redacción de la Constitución Política para esta urbe. Las campañas electorales llegaron a su fin, sin pena ni gloria partidos políticos y candidatos independientes dieron a conocer su propuesta de trabajo que llevarán a la Constituyente de ser electos. Fue una etapa de tropiezos para el Instituto Nacional Electoral en diversos sentidos, a pesar de los ya más de 20 años de experiencia en la organización electoral – antes con el IFE – candidatas y candidatos en su mayoría parcos y sin la menor idea de donde estaban parados ni a que se enfrentaban.
constitucion-cdmx-640x433
Es por todos conocida la estrategia de los partidos políticos y la forma de conducirse de éstos en tiempos de campaña, todos prometen, todos son transparentes, todos van contra la corrupción, todos quieren un México con una mayor calidad en la educación y todos quieren dar empleo; nada novedoso. Esta vez debió ser distinto, debió ser una jornada de campaña ardua con propuestasex profeso para una Constituyente, no para integrar alguna de las Cámaras del Congreso de la Unión, pues eso no pareció comprender la mayoría de los candidatos, tanto de partidos como independientes. La única novedad es que no hubo novedad.
Los aspirantes a candidatos independientes fueron inscritos por decenas, el panorama se veía alentador para una nutrida contienda, pero no todo podía ser tan “electoralmente bello” y fue lamentable ver como algunos independientes acudieron a las viejas prácticas de partidos para conseguir su registro, reviviendo electores ya fenecidos o alterando datos e incluso falsificando firmas con el único fin de poder cumplir con las más de setenta mil firmas de apoyo ciudadano. Entre la duda, incertidumbre y desconfianza el INE aprobó 11 candidaturas independientes en un inicio, e incluyó 10 más tras el fallo de la Sala Superior del TEPJF, por supuesto, ya avanzado el periodo de campaña y entre desproporciones considerables de tiempo y desventajas de presupuesto en la competencia frente a los demás candidatos.
NR-C2-EU140516-3_Drupal Main Image.var_1463202876
Los candidatos independientes nos quedaron a deber innovación en sus propuestas, difusión de su plan de trabajo, y algunos inmersos en la pena no se dejaron ni conocer. Las redes sociales son un bastión de comunicación política hoy día, escasamente pude ver la actividad de contados candidatos independientes, con spots, infografías, eventos esporádicos y fotografías en semáforos, plazas, mercados o transporte público. Es evidente la desproporción de las condiciones de competencia frente a los partidos, lo cual no es justificación suficiente para una campaña gris, y que muchas de ellas pretendían ser un símil de campaña partidista. En la escucha de un candidato independiente y uno de partido no cabía la diferencia en muchas ocasiones, el discurso era similar y las propuestas eran el copy-paste constituyente.
La gran oportunidad de legitimar las candidaturas independientes en la Ciudad de México, fue desaprovechada en su totalidad, múltiples temáticas eran explotables tanto en el terreno político como el ciudadano, cuestión que pasó desapercibida tanto para ciudadanos como para candidatos. Esta será una elección con baja participación según lo estimado, no hay confianza – como ya es sabido – por parte de la ciudadanía, no hay interés electoral ni legitimación democrática. La agenda constituyente de los independientes será leyenda, pues nadie sabe si existió aunque todos hablaban y esperaban mucho de ella.

SE GANÓ UNA BATALLA PERO AÚN SE TIENE PENDIENTE GANAR LA GUERRA #LGBTTTI

Publicado el 29 de mayo de 2016 en TMposmodernos

En recientes días, el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto envió al Congreso de la Unión una iniciativa de reforma a la Constitución que pretende brindar la total libertad a los individuos adultos de contraer matrimonio sin ser sujetos de discriminación en cualquiera de sus modalidades, especialmente lo concerniente a la preferencia sexual. El impulso y total respaldo al matrimonio entre personas del mismo sexo a nivel nacional se dio por parte del gobierno federal, en lo impensable e inimaginable.
La celebración y congratulación se dio en las diversas expresiones tanto de los colectivos LGBTTTI, como de organizaciones de la sociedad civil y ciudadanía en general, no así por algunos grupos conservadores y eclesiales, como se era esperado y ya sabido. Aplaudo y celebro la iniciativa del gobierno federal frente a una minoría – no por ello sin representación ni voz – que a gritos pedía desde hace ya algunas décadas el respeto y reconocimiento pleno de los derechos que como personas tienen indistintamente de su preferencia sexual y/o identidad adoptada.
Es lamentable decir y aceptar que hoy día, se ha ganado tan solo una batalla de muchas que ha dado la comunidad LGBTTTI en la defensa del respeto a su integridad personal, de su vida y del libre ejercicio de su personalidad. Las batallas ganadas en el terreno de lo político, lo social y en recientes años de lo jurídico han tenido un precio alto, le debemos ello a grandes hombres y mujeres activistas que han dejado su vida en la lucha social a través de los años; aquellos hombres y mujeres – no sólo por género biológico natural sino también hago referencia a todos aquellos que adoptaron uno distinto con el cual identificarse plenamente  que han sido víctimas del rechazo en el seno familiar, social, laboral y en algunas ocasiones político. Hoy deseo brindar un homenaje humilde y sencillo pero totalmente sincero y admirable a través de estas palabras, a todas aquellas personas que han apoyado siempre la causa del respeto irrestricto a los derechos humanos y luchado por enterrar los actos de discriminación en contra de la comunidad LGBTTTI, aquellos que con su sangre han legitimado la lucha, y aquellos que siguen en pie alzando la voz, actuando en el día a día por lograr la plena inclusión y nula discriminación de todo individuo derivado de su preferencia sexual.
México se encuentra en un momento clave tanto en el terreno político como en el jurídico, de plenos cambios – algunos avances y otros pareciera que fueren retrocesos – pero de lo que no cabe duda es de la gran oportunidad que se tiene hoy día de poder dar grandes pasos en la plena protección de los derechos y oportunidades para cualquier individuo susceptible de discriminación por su condición o preferencia sexual. La lucha más difícil es la social, por mayores instrumentos jurídicos de los cuales se allegue el Estado mexicano en pro del respeto y la plena protección contra los actos de discriminación en cualquiera de sus modalidades, nunca serán éstos suficientes frente al rechazo familiar, la discriminación laboral, los crímenes de odio por homofobia, el acoso sexual y en general la intolerancia social (entendiéndose ésta desde cualquier sector poblacional, actores sociales y autoridades)la ardua tarea que aún se tiene pendiente en esta materia es basta, la educación en los valores, especialmente en la tolerancia, es clave de una sociedad democrática donde todas las expresiones tengan voz y sean respetadas, siempre a través del diálogo.
Dejemos de lado si está bien o mal, si es antinatural o es por moda, pues ese cierre de ideas en el diálogo social es lo que ha generado la discordia entre ambos “bandos”; el pronunciamiento de intolerancia y el llamado a la misma por parte diversas instituciones y actores político-sociales es el peor de los escenarios que debemos enfrentar, pues cuando la justificación de la intolerancia es los religioso, la incongruencia en el valor de la misma (la religión) se expresala homosexualidad como pecado ha de ser menor frente a la provocada intolerancia a tu hermano.
El día en el que el diálogo genere la tolerancia entre los hombres, será el día en que la humanidad habrá de regresar a sí misma.

La hipocresía social de los ciudaDAÑOS

*Publicado el 17 de mayo de 2016 en The Mexican Times
En múltiples ocasiones como ciudadanos nos quejamos de todos los candidatos, de algún gobernante, de los diputados/senadores, o de cualquier funcionario público, reprochándole su mal desempeño, exhibiéndolo en nuestras redes sociales y muchas de las veces refiriéndonos a éste de manera soez e indignante.
Como ciudadanos exigimos de las autoridades lo mejor, lo correcto y hasta lo imposible en algunas ocasiones, pero me pregunto – para la reflexión de la ocasión – ¿Cuántas veces nosotros como ciudadanos damos el cien por ciento de nuestra disposición frente a la problemática social? ¿Con qué frecuencia nos inmiscuimos de manera directa en ejercicios de participación ciudadana? ¿De qué manera ejercemos nuestro derecho de petición al gobierno?
gente-caminando-universiapr
Aquí yace la desproporción de nuestras peticiones frente a nuestras acciones. Nos hemos convertido en una sociedad hipócrita, – fuerte pero cierto – en mínimas ocasiones valoramos la calidad de ciudadanos que somos, nos autonombramos ciudadanos sin saber lo que esto conlleva ser. Un ciudadano es aquel que vela por su ciudad y por los que en ella habitan, éste forma parte del conglomerado social; es contradictorio y absurdo exigir instituciones más democráticas y transparentes cuando nosotros nos hemos convertido en ciudadanos intolerantes y corruptos. La intolerancia – especialmente en su manifestación de discriminación – es un mal social con el que a diario nos enfrentamos, y con el que hemos aprendido a convivir, desafortunadamente. La intolerancia y la discriminación son ejercicios contrarios a los valores de la democracia, en tanto no erradiquemos la exteriorización del pensamiento intolerante, no estaremos en condiciones de ejercer una democracia plena.
Condenamos la corrupción, pero la ejercemos, somos ciudadanos de aventar la piedra y esconder la mano, donde el oficial de tránsito o el servidor de escritorio o ventanilla se ha convertido en nuestro “cuate” porque le damos para “el chesco” si nos deja ir por pasarnos un alto o por no haber verificado, o en su defecto si nos acelera un trámite que urge (desgraciadamente el sistema burocrático no coadyuva en la solución). Nos indigna ver la tortura por parte de los cuerpos militares o policiacos, pero humillamos a quienes son diferentes a nosotros o quienes piensan políticamente distinto. Marchamos por las calles exigiendo paz en el país cuando no somos capaces de unirnos a diario en un solo objetivo: México.Cuando la envidia nos corroe bajo el triunfo de algún compatriota o la acérrima crítica al abandono de muchos otros genios mexicanos que salen al mundo en busca de mejores oportunidades.
Hoy nos exhibimos entre ciudadanos bajo el seudónimo de “Lord” o “Lady”, cuando alguna de nuestras acciones incorrectas fue grabada por un tercero que nos hace evidentes en las redes sociales, criticamos las acciones de unos sin pensar que del otro lado podemos ser nosotros quienes estemos siendo evidenciados y vulnerados, con o sin justa razón, pero finalmente estigmatizados sociales.
No justifico de manera alguna, y por el contrario, repruebo y condeno las acciones corruptas y transgresoras de derechos humanos por parte de la autoridad y de cualquier ciudadano, de igual manera los abusos y el cinismo con el que en muchas ocasiones se burlan de la ciudadanía; bajo esta concepción, repruebo toda aquella acción y condeno a todo ciudadano que lacere los valores democráticos y perturbe la paz social. La diversidad de pensamiento no justifica la intolerancia, la diferencia social no acepta discriminación. ¿Qué clase de habitantes somos? ¿Ciudadanos o ciudaDAÑOS?

La democracia que nos dañó

*Publicado el 10 de mayo de 2016 en The Mexican Times

Días atrás, durante una charla con Ricardo Becerra y Pedro Salazar Ugarte en el ITAM, vinieron a mí, reflexiones diversas a partir del diagnóstico político-social que realizaban estos apreciados personajes respecto de su obra “La mecánica del cambio político en México” publicada hace ya 16 años.
Entre las reflexiones abordadas, me preguntaba ¿Qué hemos hecho con nuestra democracia? ¿Qué nos ha dado? ¿Qué nos ha quitado? O ¿Qué hemos intentado hacer de ella? Las respuestas son diversas, algunas positivas y otras pesimistas, otras más idealistas y propositivas, unas más quizá no tan alentadoras.
asas
Foto: El Universal
A partir del 1° de septiembre de 1997 la historia política de nuestro país cambiaría por completo, pues podemos considerar que fue en ese año cuando la “transición democrática” comenzó en nuestro país, la entonces hegemonía del PRI había visto su ocaso perdiendo la mayoría absoluta en el Congreso de Unión; de igual manera, consideramos que quizá por vez primera había “triunfado” la voz de los electores. Posteriormente, el año 2000 es recordado por todos a partir del insólito resultado de las elecciones presidenciales donde Vicente Fox ganaba los comicios de aquél 2 de julio, donde la prensa anunciaba con bombo y platillo el inicio de una nueva era “democrática” para México.
Tras 19 años de aquel embate al sistema por parte de los ciudadanos mexicanos nada ha sido fácil para nuestra democracia. Vislumbrábamos nuevos aires políticos, una mayor libertad y grandes reformas que nos permitieran transitar hacia un horizonte de rosa democracia. Lamentablemente, lejos del beneficio total, el transito democrático ha sido toda una agonía social, nuestra cura se convirtió en nuestro cáncer. Hoy la democracia mexicana – que quizá no me atrevería a llamarla democracia per se – nos ha dejado un lastre inconcebible: un brutal y exhibido cinismo de corrupción burocrática, el exorbitante número de casos por violaciones a derechos humanos en todas sus modalidades por parte del Estado mexicano, incremento del número de casos de desapariciones forzadas, una “guerra” subestimada contra el narcotráfico, un deterioro en el bolsillo de los mexicanos, 46% de la población en pobreza y casi un 10% en pobreza extrema, por mencionar algunos.
arton3527
Si bien es cierto, que hoy día somos testigos de las grandes reformas político – electorales que permiten una competencia “más justa y transparente”, también hemos visto el mayor repudio a ésta por parte de la ciudadanía, la desconfianza en las instituciones ha crecido considerablemente, la “transición democrática” ha traído consigo el caldo de cultivo perfecto para el nacimiento de “falsos mesías”, de pseudo líderes y de causas sociales diversas. La democracia nos ha dado una hipocresía ciudadana en su mayor expresión, una desaprobación política de gran alcance y ha formado a ciudadanos antidemocráticos e intolerantes. Asimismo, ha traído la indiferencia política y la decadencia en materias como educación y desarrollo social. Nos ha regalado una clase política viciada y de bajo calado, reflejo de su sociedad parca e indiferente.
Se nos fue de las manos el momento histórico, pero no así la oportunidad. Nos ha marcado por siempre la carga histórica de la opresión, y de ello logramos rescatar tantas virtudes como vicios mismos que nos sumergen en nuestro propio sistema. Hoy vivimos en una – permítaseme la irónica expresión –“democracia autoritaria”, donde el populismo cobra mayor auge ante los “profetas sociales” y la clase política mediocre se cuece por centenares, donde el Estado cada día es menos proteccionista y más lacerante con su población; bienvenida la democracia que nos dañó.