jueves, 13 de febrero de 2014

LOS MANDAMIENTOS DE LOS SABIOS


A lo largo del paso del hombre por este mundo, grandes han sido las civilizaciones que han habitado las tierras y asentado su sociedad, el orden fue llegando poco a poco, pues en la misma naturaleza el orden es perfecto aún ante la destrucción, el hombre al concebirse como un ser de la naturaleza, se ha regido también por las leyes de ésta, las cuales han de ser perfectas y justas, pero ¿Por qué el hombre, si es parte de esa justa y perfecta naturaleza, no lo es él en esencia? Una precisa respuesta puede llegar a nosotros en el sentido mismo de que al ser los humanos los únicos animales racionales de la creación terrestre, le es conferida la capacidad de decisión, es decir, el libre albedrio.

Al tener nosotros la capacidad única de poder razonar y por consiguiente decidir, también tenemos la capacidad de transformar nuestro entorno y satisfacernos de él, e incluso satisfacernos del débil o del oprimido mismo. Pero alguien alguna vez observó detenidamente el comportamiento de los hombres en sociedad, vio que era caótico y desentrañaba la furia, el caos, la intranquilidad y preocupación; y se preguntó el por qué de ello y si el hombre verdaderamente atendía a un “instinto razonado” en el que aprendía a vivir con alguno igual que él, con mismas necesidades y anhelos. Fue así como comenzó el proceso de entenderse a sí mismo el hombre, y que hasta nuestros días seguimos siendo objeto de estudio de nuestra propia razón y métodos. Del devenir de la razón y la filosofía, llegaron a nosotros grandes principios que nos permiten conducirnos en el perfecto camino de la ética y la moral filosófica, entendiendo a la primera – según Aristóteles- lo concerniente a los principios del bien y del mal; y, de “Filosofía Práctica”, para la disciplina que dicta las reglas a que debe someterse la conducta humana. Según Aristóteles, la virtud es el objeto de la Ética, mientras que la moralidad lo es de la Filosofía Práctica; por tanto entendemos que la ética nos indica la benevolencia con que pretendemos manejarnos frente a los demás y en nosotros mismos, mientras que la moral nos indica la exteriorización de esos preceptos como conducción de nuestro actuar.

Así nacen pues, los grandes principios que nos llaman a vivir y actuar conforme a la naturaleza, justa y perfecta, que nos integrarán en la razón, en la ética y en la moral bajo el pensamiento más puro y la acción más noble, derivados de los grandes sabios y su visión constructora de la “perfección imperfecta” del ser humano a la que seremos guiados por 12 principios fundamentales del hombre y para el hombre mismo, definidos de la siguiente manera:


1. El Gran Arquitecto del Universo es la sabiduría eterna e inmutable; es la inteligencia suprema.

2. Le honrarás con la práctica de la virtud. Tu religión será la de hacer el bien por sólo el placer de hacerlo y no por deber. Serás amigo del sabio y observarás sus preceptos. Tu alma es inmortal; no harás nada que pueda degradarla. Combatirás el vicio sin descanso.

3. No hagas a los otros lo que no quieras que ellos hicieran contigo. Resígnate con tu suerte y conservarás la luz de la sabiduría. 

4. Honra a tus parientes. Respeta a los viejos. Ilustra a la juventud. Protege a la infancia.

5. Ama a tu esposa y a tus hijos. Ama a tu patria y acata sus leyes. 

6. Considera a tu amigo como si fuera otra hechura de ti mismo. Que el infortunio no te aleje de él. Haz por su memoria lo que harías por él si viviera. 

7. Huye de las falsas amistades. Evita todo exceso. Teme y cuida de no manchar tu memoria. 

8. No te dejes dominar por pasión alguna. Utiliza la de los otros. Sé indulgente con el error.

9. Escucha siempre. Habla poco. Y obra bien.
 
10. Olvida las injurias. Devuelve bien por mal. No abuses de tu fuerza, ni de tu superioridad.
 
11. Aprende a conocer a los hombres para aprender a conocerte a ti mismo. 

12. Busca la verdad. Sé justo. Y huye de la ociosidad



Estos principios o mandamientos emanados de la razón virtuosa del hombre y de la conciencia más pura, nos son dados como emolumentos por el simple hecho de ser humano- racional y accionante- que nos mandan, nos invitan y nos alientan a la perfectibilidad de nosotros mismos, a la condecoración natural de superioridad, pero el día que lleguemos a alcanzar estos principios en su total madurez y expresión, ese día quizá seamos llamados seres de luz y de verdad absoluta, porque hemos dejado ya la materia que nos acogía y trascendimos de una racionalidad moralizada a una libre y perfecta expresión de lo natural y lo justo, y por tanto no habría ya necesidad de estos, pues habrían sido ya superados y cumplido su misión reformadora. 

Vicente Flores.

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