miércoles, 26 de marzo de 2014

LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD


 Liberté, égalité et fraternité  gritaban los republicanos y liberales en la Francia del siglo XVIII y XIX que proclamaban una democracia y un derrocamiento al gobierno opresor; coincide perfectamente con una de las etapas más importantes que la humanidad haya contemplado, la Ilustración, de cuyos más grandes exponentes heredamos la luz al desarrollo de la ciencia y la razón, dejando de lado los dogmas rígidos y opresores del progreso.

Esta trilogía – libertad, igualdad y fraternidad- si bien su origen es incierto parcialmente, pues algunos lo atribuyen a Robespierre, pues es con él cuando oficialmente se da a conocer esta trilogía de progreso, pero existe una versión más sobre quien parece ser el verdadero autor de esta frase, siendo atribuida a Giuseppe Bálsamo – Conde de Cagliostro – en un discurso pronunciado en una Logia de la rue Pletière en el corazón parisino. Cualquiera que haya sido su origen, lo importante es la trascendencia e interpretación en el más alto sentido masónico, moral, idealista y progresista.

La Libertad, es sin duda alguna la capacidad más preciada de todo ser humano, y quizá me atrevería a decir que de un ser vivo, aunque los contextos sean distintos. La libertad es y ha sido definida como tantas veces ha sido posible a lo largo de los trances filosóficos del ser humano, sucintamente podemos definir a ésta como la capacidad del ser humano de actuar de acuerdo a su voluntad, esa resistencia de avasallar y ser avasallado, es esa limitación tan delgada y sutil que hace en el hombre una característica inherente a él, pues solamente siendo libre es como el hombre mismo alcanza su desarrollo intelectual y espiritual, fortuna misma de evolución, y es entonces cuando se convierte en una Libertad Responsable, convirtiéndose ahora en su más preciado tesoro de manera consciente y convincente para el iniciado, pues ésta coexistirá respecto de la libertad de los demás y de no verse vulnerada ni una ni otra, he pues cuando el equilibrio del tejido social de convivencia sea placentero, pacífico y progresista, tanto dentro como fuera.

Respecto de la Igualdad, se convierte ésta en un requisito indispensable y obligatorio de convivencia y apreciación entre sus adeptos, eliminando de entre los hombres las distinciones profanas y superfluas, que no hacen sino sembrar la envidia y el recelo, que son antónimos propiamente de la ética y moral que al estudio nos avoca y a la práctica nos alienta. La Igualdad es un bien preciado para todo hombre pues se corresponde de él para con su prójimo a una proporción de circunstancias en el equilibrio de reconocerse los mismos derechos y oportunidades, ser tan digno el uno del otro para con Dios, para con sus hermanos los hombres y para la sociedad en general. Es pues que un hombre atiende los trabajos de la vida con las más nobles virtudes que lo decoran frente a su semejante y éste en el mismo sentido de reciprocidad para con él, he aquí donde el plano de igualdad existe per se.

La fórmula sigue su curso, tenemos los dos elementos o sustancias que darán origen al último principio que compone esta trilogía, y creo es un resultado de las dos anteriores en su conjunto, y hablo pues de la Fraternidad, una característica del hombre ético y moral que obra de su naturaleza humana y consciente para con su prójimo, especialmente para su círculo más próximo, convirtiéndose en el lazo de unión perfecto y esencial al compromiso construido en los más altos valores. La Fraternidad constituye así una tarea diaria para todo hombre, como se dice “lo que hacemos nos hace”, el fin esencial de la vida del hombre en su andar terreno es la búsqueda de la verdad y no puede así, alcanzarse de manera aislada e individual, ya que el conocimiento conjunto  y compartido creará el ambiente perfecto para la reciprocidad del apoyo ante las necesidades del hermano afligido y agobiado.

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