Stanley Kubrick fue uno
de los más grandes genios que haya dado el mundo al llamado séptimo arte, y
cuya influencia dejó marcado al siglo XX a través de grandiosas obras fílmicas,
entre ellas “A clockwork orange” o en su título en español “La Naranja Mecánica”, cuya fama fue
adquirida por la gran controversia que causó en el Reino Unido en los años 70 entre
críticos del cine y diversos medios de comunicación sobre su contenido y la
conmoción de los espectadores.
La historia de Alex
(protagonista de la cinta) es sin duda un personaje singular frente a la
psicología de otros personajes de la misma categoría o contexto en filmes
distintos. La particularidad de Alex es en sí misma la ultra-violencia, que muestra el claro alarde al daño ajeno y de
lo cual él y su grupo disfrutaban que sin planearlo tan estratégicamente conjuntaban
coactivamente hacia el o los individuos, y que de un lugar a otro iban en busca
de la satisfacción de dicha filia; como segunda instancia tiene la tendencia y
gusto por la violación como ese afán de
ver el sufrimiento de la victima frente al acto sexual al que él procedía y del
cual él era el principal participe dentro del grupo como todo líder. Desde las
primeras escenas de la película se muestra la rebeldía por parte de aquel inadaptado
grupo de adolescentes, los cuales irrumpen toda norma social y moral que en la
sociedad pudiera existir, dejando por doquier huella de la malicia que en ellos
se plasmaba y del cual sembraban cierto terror en las personas de tanto quienes
presenciaban los ataques como quienes eran receptores de los mismos. “Como a toda
acción corresponde una reacción” mencionaría el ilustre Newton en su tercera
Ley, los actos operados por el protagonista finalmente tendrían el merecido correspondiente
tal y como la ley es en esencia coercitiva, después de sufrir la traición de su
grupo en un acto delictivo en el que era participe como muchos otros, estos lo
dejaron a su suerte dentro de la casa habitación donde yacían delinquiendo, el
cuerpo policiaco llegó y fue arrestado como en ocasiones pasadas de las que
había ya librado, pero que desgraciadamente en ésta no sería así, pues su vida sufriría un cambio
drástico para bien aunque en un acto coactivo por parte de la justicia a quien
había falseado en anteriores ocasiones.
El camino que pasó
Alex durante su proceso de “reinsertación a la vida social” tuvo dificultades
que él mismo jamás concibió, pues el tratamiento que obtuvo no fue nada fácil,
se trata del tratamiento “Ludovico”, el
cual muestra una clara eficacia en el cual el paciente se ve impedido a
realizar un acto violento. Dicho tratamiento es irónico en cierto aspecto, pues
utiliza la violencia misma aunque en imágenes, y las drogas, que bajo ese
efecto el paciente se ve obligado a mirar dichas imágenes y provocar después de
todo un repudio a la violencia, es decir, le causa un tipo de intolerancia a la
misma. Un elemento importante de la historia es la inconfundible y grandiosa
Novena Sinfonía de L. van Beethoven, la cual mostró gran conmoción y gusto al
escuchar la interpretación de la Oda a la Alegría en voz de una dama en el bar
lácteo Korova, quedó quizá tocado por dicha obra con la majestuosidad de los
coros y timbrantes sonidos que a diario disfrutaba escuchar una y otra vez.
Esta pieza así como le causó un tremendo gusto al oírla, de igual manera sería
su tortura en dicha cura, pues estas
imágenes eran acompañadas por música clásica y después del tratamiento al tener
contacto con esto le provoca un gran malestar, por lo que realizar el bien era
la única salida que tenía.
El filme nos muestra
claramente este llamado “control de la conducta”, del que se desprende el acto
humano de discernir entre una acción u otra concibiendo la naturaleza del
mismo, es decir, poder decidir entre un acto de bien o un acto de mal, que es a
lo que generalmente podríamos adjudicar como concepción del “libre albedrío del
hombre”.
Poder decidir entre el
bien y el mal es una de las características que tenemos como seres humanos, es
decir, es un acto puro del hombre el de tener la libertad de elegir qué hacer o
qué no hacer, que sin esta capacidad sinceramente no seríamos más que animales
en el más estricto sentido de la palabra, pues no tendríamos conciencia de
nuestros actos propios y por tanto no tendrían sentido dichas acciones. Es así
como trata de operar el tratamiento a Alex, condicionarlo a una u otra
concepción sobre su misma libertad, pues él perdería dicha capacidad
superponiendo una mayor seguridad y erradicación de todo acto vandálico al que
pudiera tener acceso.
Finalmente, condicionar
una conducta social tal y como hasta cierto punto lo hace el Derecho, deja al aire la argumentación de sobre si ¿el
libre albedrío es o no condicionado de igual forma?, a lo que quizá
respondiendo por otro lado podamos tener una concepción inmediata hacia esto,
pues el libre albedrío del hombre no es por tanto un acto que se pueda condicionar
en su totalidad, ya que a pesar de las
represalias que tenga el individuo siempre podrá tener acceso a la capacidad de
decidir sobre su actuar sean cuales sean las condiciones o circunstancias en el
que éste se encuentre, el Derecho lo único que hará dentro de sus principales
tareas será el regular dicha acción que del hombre surja como consecuencia de la
capacidad única que tiene de discernimiento, a través del sistema normativo y
de la coercibilidad que en su esencia mantiene aún en contra de la voluntad del
hombre.
Vicente Flores.
Vicente Flores.
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