viernes, 22 de julio de 2016

Érase una vez… los derechos humanos

*Publicado el 05 de julio de 2016 en The Mexican Times

¿Los derechos humanos al alcance todos? En realidad, no deberían estar al alcance de todos, pues no están sujetos – en una concepción al menos teórica – al escrutinio del Estado o de una sociedad, simplemente le pertenecen universalmente a cada individuo por el simple hecho de su condición humana, tan sólo constará su garantía de respeto y defensa por los instrumentos normativos nacionales e internacionales en la materia.
Hoy, en una “democracia naciente” – o al menos me encanta ilusionarme pensando que estamos en ese proceso – es inconcebible idear una plena protección a los derechos humanos, cuando quedan algunos de ellos sujetos a las condiciones de opinión social y religiosa – bendito estado laico que nos acoge – como en pasados días lo han sido el matrimonio igualitario con las temáticas que apareja, el delicado y “temido” tema del aborto y la libre determinación de la mujer frente a su cuerpo; estos temas enfrentan vacíos aún normativos, de interpretación judicial y legislativa, pero en un peor escenario, enfrentan a una sociedad aún cerrada, con grupos de presión religiosos, conservadores y represores.
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Los derechos humanos son inherentes al individuoy no deben estar sujetos al escrutinio democrático, ni a la aprobación institucional, tan sólo deben ser garantizados en su pleno ejercicio sin afectar a terceros de facto. Es un error querer democratizar los derechos, querer “pedir permiso” a la sociedad mexicana de poder ejercer un derecho tan elemental como el de permitir decidir a una mujer sobre su propio cuerpo frente a circunstancias de una vaga interpretación judicial o legislativa; o de brindar la oportunidad de una unión legal en matrimonio a dos personas del mismo sexo, que se aman y pretenden “formalizar ese sentimiento” para los efectos pertinentes en el plano legal, pues no es un tercero el que debe aprobarlo, sino garantizarlo, y ese es el Estado. Como éstos, podemos tomar muchos ejemplos de la nula o escasa protección verdadera a los derechos, como el de la vida frente a las desapariciones forzadas, o el de la educación frente a un presupuesto paupérrimo a las instituciones educativas del Estado o autónomas, negando el acceso a muchos estudiantes de todos los niveles educativos a las mínimas condiciones para su elemental educación.
El ala conservadora del país pugna en su discurso por una democracia real, pero en la práctica pretende reprimir los derechos de terceros, pretende imponer una ideología de moralismos y religiosidades innecesarios en un país de desigualdad, y con una clase política de pobre objetividad, donde los tibios son más que los fríos o los calientes.
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Es lamentable decirlo, y quizá como abogado es aún peor enfrentar la realidad en el plano judicial, cuando la formalidad legal e institucional es precisa y “necesaria”, pero la protección y garantía de un derecho resultando indispensable, termina por ser imposible; las trabas burocráticas del poder legislativo retrasan en mucho el desarrollo de una democracia que hoy se torna sin sabor ni color, pues estoy convencido que la legitimación de un verdadero sistema democrático moderno, es la garantía de plena protección de los derechos humanos de cada individuo en el territorio nacional, sin importar si sea criminal o víctima, nacional o extranjero, mujer u hombre, heterosexual u homosexual, político o campesino.
La única verdad de la que estoy seguro en su afirmación total es que los derechos humanos, hoy en día, son un bello adorno constitucional y normativo, donde la impartición de justicia es un sueño de muchos pero una realidad de pocos. La debilidad del Estado mexicano se haya en sí mismo, en sus instituciones desalineadas al plano democrático, en su maquinaria desgastada y desactualizada, así como de su sociedad aún cerrada, cegada e intolerante.

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