Hablar de democracia es entablar una serie de artilugios concatenantes
con respecto de una vía donde la mayoría elige, diría Bobbio, “La democracia
como el conjunto de normas o reglas primarias y/o fundamentales que establecen
QUIEN está autorizado o facultado para tomar las decisiones colectivas y bajo
que procedimientos hacerlo”, es quizá una definición bastante acertada y muy
digerible a la comprensión.
Existen dos vías de interdependencia entre dos conceptos que
bien pudieran parecer semejantes, pero que hay un hilo conductor entre ambos:
Estado Liberal y Estado Democrático. Con
respecto a la conducción que va del Liberalismo a la Democracia, podemos
encontrar necesarias ciertas libertades para el correcto ejercicio del poder
democrático; y en referencia a la vía de la Democracia al Liberalismo, dice
Bobbio, es indispensable el poder democrático para poder garantizar la
existencia y persistencia de las libertades fundamentales, así mismo asegura
que un estado no liberal, no asegura un correcto funcionamiento de la
democracia, pues si bien es cierto que como explicaba en líneas anteriores
pueden parecer semejantes los conceptos de democracia y liberalismo, hay un
hilo conductor entre la dos que la diferencia y que mantiene la estructura de
cada una, viciando necesariamente la una a la otra para completarse.
Existen condiciones necesariamente por las que la democracia
en esencia tiene concepciones tan adversas y empáticas al mismo tiempo, en la
doctrina pareciera una utopía y en la praxis una perversión, pero lo cierto es
que ha funcionado como un sistema de gobierno “equilibrado”, en el que es
indispensable aquellos que están llamados a elegir a quienes deberán decidir,
cayendo en la perversión de los grupos protagonistas de la vida política en la
que ya no hay un soberano sino que es el pueblo dividido objetivamente en
grupos contrapuestos en competencia con autonomía relativa al gobierno central.
Vicente Flores.
Vicente Flores.
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