lunes, 20 de junio de 2016

La hipocresía social de los ciudaDAÑOS

*Publicado el 17 de mayo de 2016 en The Mexican Times
En múltiples ocasiones como ciudadanos nos quejamos de todos los candidatos, de algún gobernante, de los diputados/senadores, o de cualquier funcionario público, reprochándole su mal desempeño, exhibiéndolo en nuestras redes sociales y muchas de las veces refiriéndonos a éste de manera soez e indignante.
Como ciudadanos exigimos de las autoridades lo mejor, lo correcto y hasta lo imposible en algunas ocasiones, pero me pregunto – para la reflexión de la ocasión – ¿Cuántas veces nosotros como ciudadanos damos el cien por ciento de nuestra disposición frente a la problemática social? ¿Con qué frecuencia nos inmiscuimos de manera directa en ejercicios de participación ciudadana? ¿De qué manera ejercemos nuestro derecho de petición al gobierno?
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Aquí yace la desproporción de nuestras peticiones frente a nuestras acciones. Nos hemos convertido en una sociedad hipócrita, – fuerte pero cierto – en mínimas ocasiones valoramos la calidad de ciudadanos que somos, nos autonombramos ciudadanos sin saber lo que esto conlleva ser. Un ciudadano es aquel que vela por su ciudad y por los que en ella habitan, éste forma parte del conglomerado social; es contradictorio y absurdo exigir instituciones más democráticas y transparentes cuando nosotros nos hemos convertido en ciudadanos intolerantes y corruptos. La intolerancia – especialmente en su manifestación de discriminación – es un mal social con el que a diario nos enfrentamos, y con el que hemos aprendido a convivir, desafortunadamente. La intolerancia y la discriminación son ejercicios contrarios a los valores de la democracia, en tanto no erradiquemos la exteriorización del pensamiento intolerante, no estaremos en condiciones de ejercer una democracia plena.
Condenamos la corrupción, pero la ejercemos, somos ciudadanos de aventar la piedra y esconder la mano, donde el oficial de tránsito o el servidor de escritorio o ventanilla se ha convertido en nuestro “cuate” porque le damos para “el chesco” si nos deja ir por pasarnos un alto o por no haber verificado, o en su defecto si nos acelera un trámite que urge (desgraciadamente el sistema burocrático no coadyuva en la solución). Nos indigna ver la tortura por parte de los cuerpos militares o policiacos, pero humillamos a quienes son diferentes a nosotros o quienes piensan políticamente distinto. Marchamos por las calles exigiendo paz en el país cuando no somos capaces de unirnos a diario en un solo objetivo: México.Cuando la envidia nos corroe bajo el triunfo de algún compatriota o la acérrima crítica al abandono de muchos otros genios mexicanos que salen al mundo en busca de mejores oportunidades.
Hoy nos exhibimos entre ciudadanos bajo el seudónimo de “Lord” o “Lady”, cuando alguna de nuestras acciones incorrectas fue grabada por un tercero que nos hace evidentes en las redes sociales, criticamos las acciones de unos sin pensar que del otro lado podemos ser nosotros quienes estemos siendo evidenciados y vulnerados, con o sin justa razón, pero finalmente estigmatizados sociales.
No justifico de manera alguna, y por el contrario, repruebo y condeno las acciones corruptas y transgresoras de derechos humanos por parte de la autoridad y de cualquier ciudadano, de igual manera los abusos y el cinismo con el que en muchas ocasiones se burlan de la ciudadanía; bajo esta concepción, repruebo toda aquella acción y condeno a todo ciudadano que lacere los valores democráticos y perturbe la paz social. La diversidad de pensamiento no justifica la intolerancia, la diferencia social no acepta discriminación. ¿Qué clase de habitantes somos? ¿Ciudadanos o ciudaDAÑOS?

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