lunes, 20 de junio de 2016

La democracia que nos dañó

*Publicado el 10 de mayo de 2016 en The Mexican Times

Días atrás, durante una charla con Ricardo Becerra y Pedro Salazar Ugarte en el ITAM, vinieron a mí, reflexiones diversas a partir del diagnóstico político-social que realizaban estos apreciados personajes respecto de su obra “La mecánica del cambio político en México” publicada hace ya 16 años.
Entre las reflexiones abordadas, me preguntaba ¿Qué hemos hecho con nuestra democracia? ¿Qué nos ha dado? ¿Qué nos ha quitado? O ¿Qué hemos intentado hacer de ella? Las respuestas son diversas, algunas positivas y otras pesimistas, otras más idealistas y propositivas, unas más quizá no tan alentadoras.
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Foto: El Universal
A partir del 1° de septiembre de 1997 la historia política de nuestro país cambiaría por completo, pues podemos considerar que fue en ese año cuando la “transición democrática” comenzó en nuestro país, la entonces hegemonía del PRI había visto su ocaso perdiendo la mayoría absoluta en el Congreso de Unión; de igual manera, consideramos que quizá por vez primera había “triunfado” la voz de los electores. Posteriormente, el año 2000 es recordado por todos a partir del insólito resultado de las elecciones presidenciales donde Vicente Fox ganaba los comicios de aquél 2 de julio, donde la prensa anunciaba con bombo y platillo el inicio de una nueva era “democrática” para México.
Tras 19 años de aquel embate al sistema por parte de los ciudadanos mexicanos nada ha sido fácil para nuestra democracia. Vislumbrábamos nuevos aires políticos, una mayor libertad y grandes reformas que nos permitieran transitar hacia un horizonte de rosa democracia. Lamentablemente, lejos del beneficio total, el transito democrático ha sido toda una agonía social, nuestra cura se convirtió en nuestro cáncer. Hoy la democracia mexicana – que quizá no me atrevería a llamarla democracia per se – nos ha dejado un lastre inconcebible: un brutal y exhibido cinismo de corrupción burocrática, el exorbitante número de casos por violaciones a derechos humanos en todas sus modalidades por parte del Estado mexicano, incremento del número de casos de desapariciones forzadas, una “guerra” subestimada contra el narcotráfico, un deterioro en el bolsillo de los mexicanos, 46% de la población en pobreza y casi un 10% en pobreza extrema, por mencionar algunos.
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Si bien es cierto, que hoy día somos testigos de las grandes reformas político – electorales que permiten una competencia “más justa y transparente”, también hemos visto el mayor repudio a ésta por parte de la ciudadanía, la desconfianza en las instituciones ha crecido considerablemente, la “transición democrática” ha traído consigo el caldo de cultivo perfecto para el nacimiento de “falsos mesías”, de pseudo líderes y de causas sociales diversas. La democracia nos ha dado una hipocresía ciudadana en su mayor expresión, una desaprobación política de gran alcance y ha formado a ciudadanos antidemocráticos e intolerantes. Asimismo, ha traído la indiferencia política y la decadencia en materias como educación y desarrollo social. Nos ha regalado una clase política viciada y de bajo calado, reflejo de su sociedad parca e indiferente.
Se nos fue de las manos el momento histórico, pero no así la oportunidad. Nos ha marcado por siempre la carga histórica de la opresión, y de ello logramos rescatar tantas virtudes como vicios mismos que nos sumergen en nuestro propio sistema. Hoy vivimos en una – permítaseme la irónica expresión –“democracia autoritaria”, donde el populismo cobra mayor auge ante los “profetas sociales” y la clase política mediocre se cuece por centenares, donde el Estado cada día es menos proteccionista y más lacerante con su población; bienvenida la democracia que nos dañó.

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